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Van Aert reinventa ‘La Primavera’

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Van Aert reinventa ‘La Primavera’

El belga se impone a Alaphilippe en la Milán-San Remo más larga de siempre y confirma su excelente estado más forma.

Van Aert vence en la Milán-Sanremo
Van Aert vence en la Milán-Sanremo MARCO BERTORELLO AFP

Fueron 305 kilómetros de tortura veraniega, más que nunca en la ‘Classicissima‘ por el veto sanitario de la provincia de Savona a acoger la carrera. Muchos de ellos, por tanto, sin la brisa mediterránea que alivia el sufrimiento de los ciclistas o que al menos lo embellece. Fue ‘La Primavera‘ en pleno agosto, pues a estos contrasentidos ha abocado la pandemia al ciclismo. Fue, en definitiva, una Milán-San Remo con un ganador único, Wout Van Aert, que impidió que Julian Alaphilippe revalidara la victoria conseguida en 2019.

Alza el brazo el belga y se reivindica como el ciclista más en forma del momento, con permiso de Primoz Roglic y Remco Evenepoel, ausentes en la cita italiana pero también ganadores este sábado. En materia de clásicas, especialidad de la casa, ninguno como él. Descorchó el calendario World Tour ganando en solitario en Strade Bianche, sumó la tercera plaza en el ‘sprint’ puro que resolvió la Milán-Turín y ahora se apunta su primer ‘Monumento’. No será el último, pues el de este sábado fue el advenimiento anunciado de esta estrella mundial del ciclocrós que hace dos temporadas decidió lanzarse también a la conquista de la carretera.

“No me lo puedo creer, es una locura todo lo que está sucediendo”, decía después de su triunfo Van Aert, primer ganador de la ‘Classicissima’ nacido en Bélgica desde 1981, una sequía de cuatro décadas inexplicable para la cuna universal de los clasicómanos. Lo que no lograron ni Vanderaerden, ni Boonen, ni Gilbert, ni Van Avermaet lo ha conseguido el ciclista del Jumbo Visma, que este sábado ha recuperado el ánimo por partido doble, con victoria también de Roglic en el Tour de l’Ain tras los días duros posteriores al terrible accidente de Fabio Jakobsen provocado por Dylan Groenewegen.

Pese a todas sus diferencias, fue una Milán-San Remo clásica en su desarrollo, similar, más allá de los matices finales, a las vistas en las últimas ediciones. El pelotón llegó agrupado al pie del Poggio, a 9 kilómetros de la meta, tras haber neutralizado la escapada del día (con Héctor Carretero) y neutralizar las escaramuzas de hombres como Lutsenko, Mosca, Ciccone, Oss, Brambilla y Aimé de Gendt. Los movimientos del Trek hacían pensar que Nibali tenía ganas de guerra. Y las tenía, pero le fallaron las fuerzas.

Porque quien lanzó el ataque fue Alaphilippe. Una arrancada salvaje, marca de la casa, tras haber simulado durante mucho tiempo que la baza del Deceuninck era Bennett, su esprínter. Nibali fue precisamente el primero en responder, pero enseguida se rindió al poderío del francés. Por detrás, en cambio, llegó Van Aert. Alaphilippe logró soltarle antes de coronar el Poggio, pero el belga, más potente y pesado, recuperó la cabeza de carrera en el descenso.

Allí se armó una persecución infructuosa de lo poco que quedaba de pelotón, con Izagirre, Pogacar, Moscon y compañía trabajando para sus líderes. Una tarea infructuosa, porque Van Aert y Alaphilippe se entendieron para relevarse y llegar juntos a meta. Bueno, justo es decir que en el kilómetro final, el francés le dejó la tostada al belga, mucho mejor rodador, solapándose a su rueda para que le acercara a la meta.

Alaphilippe fue quien lanzó la ‘volata’, soñando con repetir el éxito del pasado curso y con ser el primer ciclista desde Erik Zabel en 2001 en ganar dos Milán-San Remo consecutivas. Y durante muchos metros, así pareció que iba a hacer, hasta que Van Aert exprimió los últimos gramos de fuerza que le quedaban para alzar los brazos y decirse a sí mismo que sí, que todos aquellos pronósticos de que sería un gran campeón eran ciertos. Y que nunca nadie olvidará esta victoria pues, sin pretenderlo demasiado, simplemente siendo el más fuerte de una carrera sin igual, Van Aert ha reinventado ‘La Primavera’.

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