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Ocampos premia en el ocaso la persistencia del Sevilla

Europa League

Wolverhampton 0 – Sevilla 1

Ocampos premia en el ocaso la persistencia del Sevilla

Los andaluces vencen al Wolverhampton, que falló un penalti, y se medirán en semifinales al Manchester United

Lucas Ocampos celebra su gol ante el Wolverhampton.
Lucas Ocampos celebra su gol ante el Wolverhampton. Friedemann Vogel / POOL EFE

El Sevilla estará en las semifinales de la Europa League. No bordó el fútbol, pero aguantó sin achantarse la fuerte defensa del Wolverhampton (0-1). Persistencia, fe y una confianza a prueba de defensas cerradas, oropeles y miedo a las alturas.

Tras lo de la Roma, volvió el fútbol. El de verdad. El de sufrir. El Sevilla arrancó impreciso, con el centro del campo fracturado, timidez en las bandas y En-Nesyri como un náufrago haciendo señas a los aviones desde su isla tropical. El cero a cero del descanso se celebró con disimulo. Pudo ser peor. En el minuto 9, Adama Traoré arrancó con el balón en los pies y en tres chispazos se plantó frente a la puerta rival. Desde Sonic en la Master System no se había visto nada igual. La persecución de los defensores nervionenses fue en balde. Finalmente llegó Diego Carlos, tarde, mal y ya en el área, y allí rebañó el tobillo del extremo catalán. Orsato no dudo, amarilla y penalti. Raúl Jiménez se encargó de tirarlo. Cogió carrerilla y se fue acercando a la pelota a saltitos, esperando que Bono se venciera para lanzarlo al otro lado. El marroquí fue de plomo; tacos a la línea de cal y pulso de nieve. El mexicano, harto de esperar, lanzó finalmente a su derecha, no demasiado esquinado, no demasiado fuerte, y Bono llegó cómodo y a dos manos para espantar el gol.

El error animó a los sevillistas. En la siguiente jugada Suso probó a Rui Patricio desde lejos. El fantasma del penalti fallado aceleró el corazón de los blanquirrojos. Los Lobos, con un sistema que poblaba el centro del campo y se replegaba con rapidez evitando la asociación rival, se limitaron a esperar. Contención y pragmatismo. En el 25, un pase en profundidad de Banega, que En-Nesyri cruzó en exceso, sirvió para desvelar algunas fragilidades de los de Nuno: defensa multitudinaria, pero lenta y algo desorganizada.

A Banega, con una calcomanía llamada Dendoncker, su marcador personal, se le notaba incómodo. El argentino se movía constantemente por el campo, como un enfermo febril que cambia de postura en la cama. Jordán, ante la ausencia del timonel, no se hizo con el barco. El Wolverhampton apretaba en la medular, esperaba la magia del rival para explicar sus trucos. Se limitaban a resoplar si el balón estaba lejos y a bufar si lo tenían cerca. El encuentro estaba justo donde querían.

El regalo de Banega

Ocampos mantenía al equipo vivo arriba y Koundé hacia lo propio atrás. En el medio, una balsa. Ninguno de los entrenadores movieron el banquillo para la reanudación. Salió mejor el Sevilla, que cada vez se acercaba con más peligro al área lupina. Con centros y eslálones en los costados, fueron enchiquerando a los de naranja. Suso, que contra la Roma pasó desapercibido, fue el mejor durante estos primeros minutos de la segunda mitad. Entró Neto para estirar el campo y animar el desatendido ataque de los Wolves. Una falta lanzada por Banega en el 76, salvada por el arquero con un vuelo maravilloso, fue la mejor ocasión de los de Lopetegui, que postergaba las sustituciones mascando la prórroga.

Finalmente, ya a los postres, entraron De Jong y el Mudo Vázquez. Centímetros para un final aéreo y desesperado. Y así fue como el Sevilla ganó su partido, tras minutos de brega, tras un asedio transparente: por alto. Burlando el muro inglés. Combatiendo con armas ajenas. Suso sacó un córner extraño. Buscó a Banega en lugar de colgarla en el área. El argentino recibió, pensó y la puso en la cabeza de Ocampos, que saltó, giró el cuello y puso el balón en la red. Un premio a la constancia de un equipo condenado a soñar.