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Mi primer año en la universidad se las prometía muy feliz… y entonces llegó la COVID-19

Mi primer año en la universidad se las prometía muy feliz... y entonces llegó la COVID-19

El primer año de universidad da tanto de sí que es casi un género de la comedia en sí mismo. Y es que de la mano del reto académico (que lo hay), llega una nueva vida: la libertad de la adultez, nuevas amistades y si implica un cambio de ciudad, estancias en residencias o pisos de estudiantes, con el consecuente desembarco en la vida adulta con tareas como planchar la ropa o freír un huevo. Los novatos del año pasado se enfrentaron a un cambio más grande e inesperado: la pandemia de la COVID-19. ¿Cómo cambió su experiencia de empezar la universidad?


Presentación

Hemos entrevistado a cuatro estudiantes que iniciaron la universidad el curso pasado (2019 – 2020). No se conocen, son de diferentes ciudades y estudian carreras de lo más dispares…y en algunos casos, en este periodo incluso han dado un nuevo golpe de timón y cambiado de carrera. Y es que si la tasa de abandono el primer año es del del 18%, en esta era COVID-19 invita a una mayor desafección y los efectos ya se hacen notar. Es momento de presentaciones:

  • Nerea Roldán comenzó a estudiar Sociología Aplicada en la Universidad Pública de Navarra, es de Pamplona, por lo que no tuvo que cambiar de residencia.

  • Claudia Pérez empezó (y sigue) cursando Medicina en la Universidad Rey Juan Carlos, en la facultad de Ciencias de la salud de Alcorcón. Es de Madrid y sigue viviendo con sus padres

  • Blanca Nieto comenzó a estudiar Historia en la Universidad Autónoma de Madrid en otoño de 2019. Es de Madrid.

  • El sevillano Alberto Sabán empezó Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Sevilla.

El adiós al cálido instituto

Entre las personas entrevistadas no hubo cambio de ciudad, pero no hacerlo no implica que el salto a la universidad fuera menos duro: nuevas amistades, una enseñanza más adulta e incluso largos viajes hasta llegar a su aula.

Nerea Articulo

Nerea cuenta que no cambió de ciudad, pero sí que tuvo que hacer nuevos amigos “En la carrera no conocía a nadie. No me resultó especialmente duro el salto del instituto a la universidad, para mí el gran cambio tuvo lugar cuando cambié de una ikastola pequeña cuando estaba en la ESO a un instituto grande para el bachillerato. Así que ya estaba acostumbrada a ese «universo» de sitio grande donde no te prestan mucha atención.”

Claudia eligió una universidad cerca de casa, pensando en que el traslado fuera más fácil. En su caso, reconoce que le está resultando más fácil estudiar en la universidad que en el bachillerato: “En el instituto cursé un programa de excelencia de investigación que luego tienes que presentar delante de un tribunal… así que estoy acostumbrada al trabajo duro. Con selectividad nos metían mucho miedo y estábamos bajo mucho estrés. Ahora que estoy estudiando la carrera que a mí me gusta, temas que a mí me gustan, me cuesta menos dedicarle tiempo, así que no me resulta tan difícil como antes.”

“Mis amigas de toda la vida querían estudiar cada una cosa distinta y, como es habitual que si no te da la nota para medicina te vayas a otra Universidad, tenía claro que iba a ser difícil que conociera a alguien de antes. Fui con la idea de empezar de cero. Además, como viene mucha gente de otros sitios de fuera, así que el ambiente era propicio para ir conociendo gente afín” Claudia Pérez.

Blanca llevaba años queriendo estudiar historia y “las expectativas se han cumplido con creces, estoy descubriendo muchísimas cosas que me encantan, más de lo que me había imaginado. No tuve que cambiar de residencia, pero sí que he hecho nuevos amigos porque soy de Pinto, y también he perdido a otros del instituto y de toda la vida, aunque conservo los más cercanos.”

Pese a no moverse de localidad, su vida dio un vuelco a varios niveles: “Para mí fue un salto muy grande (positivo) conocer nueva gente de todas partes de Madrid y de diferentes CCAA incluso. Además, había en la universidad gente de otros países que estaban haciendo un Erasmus o un programa de movilidad internacional. Fue un cambio muy fuerte, incluso con la movilidad, antes tardaba 15 minutos a ir a clase y ahora me cuesta una hora y media ir a la universidad. “

«Es necesario tener una madurez determinada y estar centrada porque no hay nadie que esté encima de ti»

Pero también cambió la dinámica académica: ” Ahora tengo que hacerlo todo por mi cuenta, tienes que ser mucho más independiente. Es necesario tener una madurez determinada y estar centrada porque no hay nadie que esté encima de ti para recordarte que mañana tienes que entregar un trabajo o un examen.”

Esa independencia es un arma de doble filo para Alberto: “Lo que más me costó a la hora de adaptarme fue que, hay tanta libertad que uno se deja llevar y no lo lleva al día tanto como debería… y eso se nota en los exámenes. En este sentido, en mi carrera no me gustaba especialmente la forma de dar las clases y la atención a los alumnos. Lo más positivo de mi experiencia en la universidad es el ambiente, muy bonito, conoces a mucha gente y te llevas buenas experiencias.”

Así cambió mi carrera con la COVID-19

Veíamos la terrorífica situación de China en el telediario pero pensábamos (inocentemente) que no llegaría y nos golpearía como lo hizo, pese a tener a Italia como avanzadilla europea. Pero lo hizo. Y lo cambió todo. Así fueron sus primeros días en un escenario completamente nuevo.

Claudia Articulo

Claudia explica que “cuando el coronavirus no había llegado a España pero sabíamos de su existencia por las noticias y su expansión, una profesora nos dijo que no tuviéramos miedo, que esto pasaría como una gripe. Dos semanas después, entramos en el estado de alarma y se cancelaron las clases. Mi profesora seguía insistiendo en que se pasaría enseguida, que serían algo así como unas vacaciones.”

Pero no fueron unas vacaciones. Esos primeros días fueron una incertidumbre completa. Alberto cuenta que estuvieron días sin clases. Según Nerea, “hubo algunos días en los que no supimos nada de la universidad”. Claudia explica algo similar: “Esos quince días iniciales no hubo una adaptación muy rápida porque pensaban que iba a pasar rápido”. No fue así.

No es que cada universidad adaptase uniformemente sus clases, sino que fue el profesorado el que adoptó diferentes fórmulas, y algunas resultaron más cómodas que otras para las personas entrevistadas.

«Aunque leíamos y reflexionábamos no teníamos base teórica, mi sensación a veces era de estar perdiendo el tiempo»

Nerea considera que algunas de las diferentes adaptaciones no fueron justas: “al principio nos mandaron más trabajos, lecturas, comentarios… en cuestión de semanas ya recibíamos correos de algunos profesores para comenzar las clases telemáticas. De cinco asignaturas que teníamos, solo de dos recibimos clases online vía Zoom. En otra nos enviaban vídeos donde explicaban las lecciones y en el resto nos mandaban trabajos concretos, un cambio que no me pareció muy justo. La verdad es que hubo de todo: profesores implicados y otros que no tanto. Sin clases online desmotivación era mucho mayor, porque aunque leíamos y reflexionábamos no teníamos base teórica. Mi sensación a veces era de estar perdiendo el tiempo.”

“Tener clases desde casa me supuso una dificultad y una pequeña desmotivación porque comparaba con las clases de antes, y la verdad es que en clases presenciales habríamos aprendido más. En casa no te concentras igual. Con el cambio, el volumen de trabajo aumentó muchísimo, ya que con la excusa de que tenemos todo el tiempo del mundo, había muchos más trabajos sobre los que evaluarnos.” Nerea Roldán

«Perdimos prácticas que todavía hoy no hemos podido recuperar por falta de espacio y profesorado disponible»

Para Claudia el nuevo formato era ameno, aunque faltaba algo:”Pasamos al online utilizando herramientas como Blackboard y era fácil de seguir, compartían presentaciones, hablaban…pero las clases prácticas y los exámenes prácticos no se podían recuperar porque no había un protocolo de seguridad como ahora (mascarilla, distancia de seguridad, gel), así que perdimos prácticas que todavía hoy no hemos podido recuperar por falta de espacio y profesorado disponible.”

Según Blanca, la COVID-19 presentó dos dificultades a profesorado y alumnos: “Adaptarnos a la nueva normalidad de clase, dar las clases en otros formatos, y adaptarnos a la nuevas tecnologías. Hay recursos que ya teníamos, como por ejemplo Moodle, lo conocíamos vagamente. Hablo de estudiantes pero también de profesores. Algunos de ellos no estaban muy actualizados con las TIC..”

Alberto coincide en la problemática práctica de herramientas teóricamente consolidadas: “A la dificultad de tener que hacerlo tú mismo se añade el desafío técnico, que si se escucha regular, que si hay problemas de conexión…”

Clase Online

Ni siquiera la COVID-19 les libró de los exámenes finales. Si ya de por sí son complicados para los novatos, la COVID-19 añadió un extra de incertidumbre.

Blanca cuenta que en esta situación, el peso de la evaluación de varias asignaturas cambiaron: “En la mayoría de las asignaturas hubo exámenes, pero gran parte del peso recayó en las tareas. Hicimos debates y también trabajos.”

Para Claudia, estos exámenes presentaban limitaciones en función de qué evaluaban: “Los exámenes online de teoría y algunos de problemas sí que pudimos hacerlos bastante fácil, pero no son tan eficaces para evaluar lo que has aprendido.”

Alberto narra ciertos problemas técnicos que sufrió en sus exámenes online “Te obligaban a tener la cámara y el micrófono encendido, pero eso tenía sus correspondientes fallos técnicos. En un par de ocasiones se cayó la plataforma en mitad de un examen y eso genera desconfianza a los profesores y a nosotros nos desconcentra porque se ha interrumpido el examen. Los exámenes eran muy parecidos a lo presencial, aunque bajaron ligeramente el nivel de exigencia.”

La incertidumbre sobre los exámenes finales marcaron las decisiones de compañeros suyos de diferente procedencia, como detalla Claudia: “Los estudiantes de otras comunidades en cuanto vieron que era para largo se fueron a sus respectivos lugares de origen. Estaban un poco angustiados porque no sabían si los exámenes finales iban a ser presenciales o no… afortunadamente lo fueron y no hubo prácticas. Una compañera italiana quiso quedarse en su residencia por eso mismo, pero cuando se confirmó, las fronteras se habían cerrado o era peligroso viajar, así que se quedó en casa de una amiga”

Plan de contingencia personal… y golpes de timón

El 14 de marzo se decreta el Estado de Alarma: nada que no sea esencial puede seguir abierto. Solo centros de salud y sectores para abastecimiento. Salidas justificadas de casa. Una situación que comenzó en marzo y terminó el 21 de junio, una fecha en la que muchos estudiantes universitarios han concluido ya sus exámenes del segundo cuatrimestre. Tras el caos inicial, toca organizarse para seguir adelante.

Cada una de las personas entrevistadas comenzó su plan personal de supervivencia en la universidad, con retos comunes y resultados muy diferentes.

Para Blanca la universidad quedó en un segundo plano, la pandemia le estaba pasando factura: “Lo que más me costó fue mantener la salud mental, fue un golpe tan duro que nos afectó muchísimo a todos en todos los aspectos. Y no sabía qué esperar de la universidad, si va a haber clases, cómo se va a evaluar…”

Aparte de cambiar mi rutina y no poder salir a la calle a que te de el aire y perder un poco la percepción del tiempo, en mi caso se agravaron mis problemas de ansiedad, me costaba más concentrarme. Y tampoco tuve posibilidad de pedir cita psicológica o psiquiátrica. Esto fue una dificultad extra. En este sentido, mis profesores fueron muy comprensivos y me ayudaron mucho.” Blanca Nieto

Según Nerea lo más duro fue perder el contacto con sus compañeros: “Lo que más me costó a la hora de adaptarme a la situación fue a nivel social. Con el confinamiento fue duro y hacer trabajos en grupo era mucho más complicado. Cuando iba a la universidad de forma presencial tenía rato para despejarme, socializar, estar al aire libre… no estabas solo. Tu motivación era ir a clase, pero también estar con tus compañeros. En casa toda tu atención se centraba en toda la teoría y luego la práctica. Me vi inmersa en una atmósfera de estudio constante, sin esos momentos de tomarte un café con alguien.”

Claudia coincide en el aspecto social como principal escollo: “Lo peor de adaptarme al formato online es que ya no estás en contacto con tus compañeros, que sirven de apoyo en momentos difíciles, ante el estrés de un examen, cuando no entendías algo te ayudaban… ahora es más difícil continuar comunicándote con ellos. Se intenta mediante redes sociales y videollamadas, pero no es lo mismo.”

«Para poder hacer funcionar este formato necesitaba hacer un horario y seguirlo, para no perder tiempo y aprovechar las horas de trabajo»

Tanto una como la otra destacan que lo que menos les costó fue hacerse un horario y seguirlo a rajabtabla. Claudia explica que al ser muy organizada tuvo claro desde el principio que “para poder hacer funcionar este formato necesitaba hacer un horario y seguirlo, para no perder tiempo y aprovechar las horas de trabajo

Y lanza un aviso a navegantes: “Con el cambio de clase, parecía como que no era obligatorio asistir, porque no te miden la asistencialidad, pero tienes que darte cuenta de que tienes que asistir si no quieres perderte la carrera.”

Nerea apostó por ser cuadriculada, pero no le salió tan bien: “Desde el primer día me propuse seguir con los horarios de la universidad, pero no sé si no me organicé bien o qué, pero pero con la carga de trabajo ya no llegaba.”

Alberto Articulo

Para Alberto la situación originada fue la gota que colmó el vaso: “Si ya había cierto descontento con las clases, con este formato fue a peor. Tenía que conectarme todos los días. En mi caso, el interés por las clases y la materia descendió y llegué a un punto en el que decidí dejar la carrera. No me apasionaba y con esto terminé de decidirme. Durante el confinamiento cumplía lo justo pero con el mínimo interés. “

Lo anticipábamos al principio del artículo: es relativamente habitual abandonar – y en algunos casos cambiar – de carrera tras el primer año. Este hecho se ha reflejado entre nuestras entrevistadas: la mitad continúa y las otras dos personas han cambiado de rumbo. Esas fueron las decisiones de Nerea y Alberto, en las que la COVID-19 también tuvo algo que ver.

Alberto ha cambiado a un doble grado superior de aeromecánica y Nerea está estudiando en la RESAD de Madrid: ” Me gustaba mi carrera, pero yo realmente quería hacer la carrera de arte dramático, siempre tuve el gusanillo de la interpretación. Cuando estaba haciendo las pruebas tenía miedo, porque en caso de volver a un confinamiento temía que la enseñanza de esta disciplina fuera peor. Además me tenía que cambiar de ciudad e irme a Madrid, que está muy mal. Me surgió la duda de aceptar o no, algo que sin el coronavirus nunca me hubiera planteado.”

Estudiar una carrera en tiempos de COVID-19

El Estado de Alarma fue un aviso a navegantes: hasta que la enfermedad no esté controlada – algo que podría suceder cuando llegue una vacuna –, el escenario se había convertido en una nueva normalidad en la que mantener el virus a raya. Esos meses el factor sorpresa fue el que determinó todo, pero tras ellos ha habido un verano para planificar y llevar a cabo la adaptación de la educación a la era COVID-19. ¿Cómo lo afrontan? ¿Y sus universidades?

Blanca Articulo

En la universidad de Blanca se han dividido las clases en subgrupos en función del último dígito del DNI y se han aplicado protocolos comunes en estos tiempos: “En las aulas han dejado espacios libres para que haya separación. En cada pasillo hay unas estructuras con gel hidroalcohólico y papel, para que cada vez que entremos en un aula limpiemos nuestra mesa y silla. También se han reforzado los servicios de limpieza. Tenemos que llevar la mascarilla todo el tiempo y tener las ventanas abiertas para que haya circulación de aire.”

«Estamos pagando para una educación de calidad, para que se aprovechen los recursos al máximo»

A Blanca le preocupa que la adaptación suponga una pérdida de calidad: “No sabemos cómo van a evolucionar las clases, aún no está decidido. Espero que pronto tengamos más información sobre cómo se van a impartir las clases del cuatrimestre siguiente y qué es lo que se plantean las diferentes universidades para mejorar el sistema La verdad es que este curso es un poco imprevisible, pero ya tenemos práctica como para que se den las clases online si nos vuelven a confinar. Espero que nos den el máximo contenido posible de la mejor manera posible. No solo es exigir que la educación que se nos dé sea propicia, es que se supone que estamos en universidades (en mi caso una pública), que no son gratis. Estamos pagando para una educación de calidad, para que se aprovechen los recursos al máximo.”

Alberto detalla que en su nueva carrera las prácticas son muy importantes, por lo que cumplir el protocolo es esencial para seguir adelante: “La mayoría de clases son presenciales y se intenta que todo sea en persona, porque en esta carrera las prácticas tienen mucho peso y no se pueden dar de forma online. La evaluación se hace con un examen final, parciales y algunos trabajos, pero prácticamente todo presencial.”

“Si hubiera otro confinamiento sería imposible llevar esta carrera, así que respetamos muchísimo el protocolo, en nuestro caso es distanciamiento, la distribución de geles hidroalcohólicos por cada aula, la mascarilla es obligatoria.” Alberto Sabán

Nerea destaca el esfuerzo de la RESAD para adaptar una carrera tan visceral como Arte Dramático: “Hay muy buena comunicación con los alumnos, nos tienen super informados de las normas y las recuerdan casi en cada clase, nos toman la temperatura al entrar a la escuela… Ahora mismo estamos teniendo una formación semi presencial, tenemos una semana y otra online. Es difícil adaptar una carrera de arte dramático y de musical a la formación online, exige mucha motivación y poner mucho de tu parte.”

Convertirse en médico sin prácticas es una misión imposible, pero llevarlas a cabo en tiempos de COVID-19 está resultando complicado, según Claudia: “No sé en otras universidades, pero en la mía se organizó bastante mal el aforo de los grupos, permitiendo que se rebasase lo establecido. Los profesores intentaron contactar con la administración de la universidad, pero no les dieron respuesta, así que tuvimos que organizarnos nosotros: tuvimos que buscar voluntarios y hacer sorteos para redistribuir grupos y poder realizarlas.”

El escenario es que las prácticas se han reducido, algo que preocupa a Claudia: “Buscan hacer cuantas más prácticas presenciales posibles, mejor, pero si se pueden adaptar online – como en el caso de resolución de problemas –, o programas con software, se hacen online. En todo caso, las prácticas presenciales se han reducido respecto a otros años, lo que me parece injusto.”


La noticia

Mi primer año en la universidad se las prometía muy feliz… y entonces llegó la COVID-19

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Eva Rodríguez de Luis

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