Los locos años diez, la década en la que la tecnología empujó los límites de nuestra privacidad
Uno de mis recuerdos del año 2010, aparte de berrear el gol de Iniesta como un simio oligofrénico y aprender para siempre el nombre del Eyjafjallajökull por la erupción que puso en jaque al mundo (antes de la pandemia nos conformábamos con cualquier cosa), es el de estar tumbado en el césped con mis amigos durante una noche de verano y tener una conversación sobre la tecnología. En ese momento yo tenía un iPhone 3GS y una tarifa de datos de 500 MB. El derroche. Me preguntaban mis amics que qué necesidad tenía de estar conectado a Internet las 24 horas, de recibir mails desde cualquier parte o de usar a cada rato “eso del Twitter”, a lo cual tampoco le veían el sentido.
Yo no tenía ni veinte años, así que necesidad, más bien ninguna. Llamémosle hobby inocuo, sobre todo en aquel entonces, antes de que la hiperconectividad empezase a ser vista con recelo. La cuestión es que todos ellos, bien escépticos, acabaron pasando por el aro del smartphone y el 3G, y ahora soy yo el que les implora sosiego mientras recorren el carrusel de stories. Todos salvo uno: un escéptico, la irreductible aldea que resistió al invasor, el que pasó a ser “el amigo caro” al que había que avisar por SMS porque no le daba la gana tener WhatsApp. “No me fío”.
El que diez años después, cada vez que nos juntamos y hablamos de lo de Facebook y Cambridge Analytica, lo de las escuchas de Siri o de que Google nos conoce mejor que nuestros padres, pone una sonrisa beatífica, pronuncia su “ya os lo decía yo…” y sigue comiendo paella con la satisfacción de a quien el tiempo le da la razón.
De Alexa a las Google Glass pasando por el drone de Amazon
Sirva este costumbrismo como síntoma de lo que ha supuesto la década de los años diez. La década en la que la tecnología terminó de trascender, los lanzamientos de smartphones pasaron a ser eventos multitudinarios, y no de cuatro nerds, y las economías mundiales dieron buena fe de ello. La tecnología es transversal. La tecnología es todo.
Y la tecnología también ha supuesto, mal que nos pese, un retroceso constante en términos de privacidad. Lo que hace unos años nos escandalizaba hoy nos cuesta muchos euros (o peor aún: tiempo) que pagamos encantados. Hagamos un repaso:
Google Glass
¿En qué momento fue planteable sacar unas gafas al mercado con la que cualquiera pudiese fotografiarnos o grabarnos sin que ni nos enterásemos, aunque fuese sutilmente? Google tuvo que recular y reorientar sus Glass hacia un uso empresarial para casos específicos, con una nueva versión presentada en 2019. Ahora bien, su llegada al mercado de gran consumo no se canceló por una cuestión de privacidad.
Las formas alternativas de Amazon para dejarnos un paquete aunque no estemos
Desde Key, su propuesta para dejar pasar a sus repartidores aunque no estemos dentro de casa, hasta la opción, menos intrusiva, eso sí, de dejar que abran nuestro coche para dejarnos ahí nuestro paquete. En cualquier caso, inquietante.
Smartphones con función de escucha permanente
El adorable Moto X de 2013, que marcó el regreso de Motorola al ruedo de los smartphones, también fue el que le puso el cascabel al gato convirtiéndose en el primer smartphone con escucha permanente. “Ok, Google” era el comando que activaba su asistente, por primera vez, sin necesidad de contacto.
Aunque este teléfono contaba con un procesador de muy bajo consumo que únicamente se dedicaba a esa escucha activa, y según Motorola, no registraba ni analizaba audios sino que solo detectaba el comando de activación con un check que llamaba o no al asistente, lo cierto es que normalizó lo que hoy ya es costumbre: cualquier teléfono del mercado cuenta con esta función y hemos asumido ser escuchados en todo momento. Incluso con un sistema operativo que se basa en conocernos cuanto más mejor para ofrecernos publicidad hipersegmentada.
Asistentes de voz que comparten nuestras conversaciones con humanos
En julio de 2019 salió a la luz que Google estaba compartiendo con empleados subcontratados algunos fragmentos de conversaciones de usuarios con Assistant, un 0,2% del total. Unas semanas más tarde, se filtró que Apple operaba exactamente igual con las conversaciones de sus usuarios con Siri. Algo un poco más doloroso en tanto en cuanto Apple presume de privacidad hasta el punto de convertirla en un argumento de venta.
Ambas empresas hacían estas prácticas para mejorar y refinar la capacidad de comprensión y respuesta de sus asistentes. Pero tras la polémica levantada, por muy anonimizados que estuviesen los archivos, acabó saltando la liebre y ambos detuvieron dicho programa de mejora. El daño ya estaba hecho, y compartir estos archivos para su revisión humana pasó a ser una opción que confirmar de forma específica, no algo que venía por defecto en el sistema y quedaba enterrado en los ajustes.
Altavoces con micrófonos de escucha permanente en el hogar
Nadie como Amazon ha popularizado tanto la llegada de altavoces inteligentes, un asistente de voz y unos fundamentos de domótica a nuestros hogares. Lo ha hecho con Alexa, el asistente que le sirvió para tener un nombre propio en la tecnología de consumo pese a su fracaso con los móviles. Y de paso, elevó la escucha permanente a algo asumible dentro del propio hogar.
En 2019 también se supo que empleados, y no solo máquinas, también escuchaban las conversaciones de Alexa con sus usuarios. En este tiempo hemos visto casos como los de un asesinato con un Echo como único testigo al cual la policía también quiso “interrogar” o el de una conversación entre una pareja que fue enviada a uno de sus contactos sin mediar palabra de activación. Y ya están hasta en la ducha.
Asistentes para el hogar con cámara incorporada
Si los asistentes únicamente compuestos por altavoz y micrófono conectados ya van empujando el límite de lo aceptable en cuanto a privacidad, también hemos visto cómo llegaban dispositivos que a la ecuación sumaban una pantalla… y una cámara. Nada tan distinto a lo que es esencialmente una tablet, pero conectada y activa 24/7. El tema es que una de las propuestas es Portal, de Facebook, a quien su historial en materia de privacidad va pesando como una losa.
Conscientes de ello, Facebook puso un botón / interruptor dedicado a desactivar cámara y micrófono vía software con un LED rojo para señalizar su desconexión. ¿Cuánta gente confía en que Facebook hace realmente esto? No lo sabemos, pero seguramente conscientes de que el porcentaje no sería el 100%, Facebook incluyó también una tapa física para bloquearlos.
Las redes sociales basadas en el rastreo
Esta década también ha sido la de la consolidación de las redes sociales como para casi de nuestra identidad, además de herramienta de comunicación, información, exposición y entretenimiento. En la cara B del disco, un negocio publicitario basado en conocernos lo mejor posible para segmentarnos publicitariamente al máximo. Y eso pasa por constantes extralimitaciones con nuestra privacidad.
Mientras Twitter ha permanecido al margen de escándalos y excesos —todo lo más hemos visto casos de despidos o ciberlinchamientos por viejos tuits—, Facebook, así como su hijo Instagram, se han visto permantemente bajo sospecha por su historia respecto a sus formas de extraer nuestra información. TikTok va asomando la patita a la hora ser vista como patito feo para nuestra intimidad.
Ring
Volvemos a Amazon. Ring, su plataforma de cámaras de seguridad para el exterior y el interior de las viviendas, cerró acuerdos con más de 400 comisarías de policía de Estados Unidos para que pudiesen monitorizar lo que capturaban estas cámaras.
Muchos ayuntamientos incluso subvencionaron a sus vecinos la compra de estas cámaras. Dinero público destinado a vigilar a la ciudadanía y del que se beneficia una empresa privada. Y de fondo, usuarios con una de ellas en casa que no eran conscientes del nivel de intrusión al que llegaban los empleados encargados de refinar el reconocimiento de voz y de imagen accediendo a estas imágenes.
Ring Always Home
Si el último lustro ha popularizado a las cámaras IP para algunos hogares y Ring tuvo un protagonismo ahí, Amazon consolidó su rol de ir un paso más allá con su última propuesta, Ring Always Home, un drone de vigilancia que vuela por nuestro hogar grabando todas las habitaciones para no conformarse con ser una cámara estática en una sola estancia.
Amazon ofrece la opción de indicar rutas a seguir o evitar, y de igual manera marcar estancias a las que no acceder, además de que cuando el drone descansa en su base, la cámara queda físicamente tapada.
Más reconocimiento facial
Primera premisa: hay dos grandes tipos de reconocimiento facial. Uno es el que coteja si alguien es o no la persona que obtuvo un acceso a autorización. Es lo que hacen los smartphones actuales: comprueban si el patrón de nuestra cara encaja o no con el que tiene registrado para poder desbloquear con el móvil. La cara como contraseña. Eres Ricardo, adelante. No eres Ricardo, stop. El otro reconocimiento facial es el avanzado, que sirve para detectar patrones en la mirada y gestos de nuestras caras que revelen emociones y reacciones a distintos estímulos a gran escala. Una pesadilla para nuestra privacidad que ha encontrado un sorprendente obstáculo en tiempos de pandemia: las mascarillas.
IBM era una de las empresas que más avances había hecho en materia de reconocimiento facial, pero el devenir institucional respecto a ella le hizo replantearse su posición, y abandonó ese desarrollo argumentando su oposición a “la vigilancia masiva, el perfil racial, las violaciones de los derechos humanos y las libertades básicas” y pese a ser uno de los cinco grandes proveedores tecnológicos del gobierno de Estados Unidos.
Mientras tanto, ClearView AI se ha pasado años recopilando ymágenes subidas a la red y convirtiéndolas en vectores para desplegar la mayor red de reconocimiento facial mediante la cual poder ver todas las fotos de una persona a lo largo de los años, evaluando su historial de localización, compañía, etc. Varias agencias de seguridad y cuerpos policiales han usado su servicio, tan “bueno” que es capaz de emparejar imágenes correctamente incluso si las caras están parcialmente tapadas o si salen de perfil.
Ilustración destacada: Jesús León.
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La noticia
Los locos años diez, la década en la que la tecnología empujó los límites de nuestra privacidad
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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