Lo que un reproductor de MP3 sonando en mitad del desierto más antiguo de la Tierra nos puede enseñar sobre cómo nos cambia la tecnología
‘Namib’ en lengua nama, el idioma de la tribu que lo recorrió desde tiempos inmemoriales, significa ‘enorme’. Y así es: 81.000 km² de tierra árida, estéril, desierta. Tanto es así que si, fruto de un naufragio extraño recalaras en la costa de Namibia, te quedarían entre 80 y 200 kilómetros de sol, arena y tierra muerta. Estarás en el desierto más antiguo del planeta, uno que lleva así, sin más, desde hace 55 millones de años.
Un buen sitio, por lo demás, para hacer experimentos. Cosas como testar una versión moderna de aquel viejo experimento mental atribuido en falso a George Berkeley, “Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?”. O, al menos, eso es lo que a finales de 2018 debió pensar un joven artista namibio-alemán al montar una instalación de sonido en un punto desconocido del desierto del Namib.
“La peor instalación de sonido de la Historia”
En la BBC, Siedentopf decía que esperaba que la canción se reproduzca durante otros 55 millones de años allí en el desierto. “La mayoría de las partes de la instalación se eligieron para que fueran lo más duraderas posible”, decía. Y solo por eso he estado a punto de descartar el asunto y hablaros de otra cosa. Solo con mirar la chapuza técnica que montaron en el Namib basta para saber que no solo no durará 55 millones de años, sino que difícilmente durará 55 segundos.
Es que, en lo que sería el colmo de la desvergüenza artística, el nombre de la instalación es “Toto forever” (Toto es el grupo que sacó la canción que reproduce el MP3). Luego lo arreglaba un poco diciendo que estaba “seguro de que el duro entorno del desierto acabará devorando la instalación” y reconociendo que había compatriotas suyos que “dicen que probablemente sea la peor instalación de sonido de la historia”. No obstante, no es lo que me ha parecido más interesante de la instalación.
Seamos realistas, ni con Elon Musk a punto de mandar a cuatro astronautas a la Estación Espacial Internacional parece probable que vaya a haber un futuro cercano en el que no haya árboles, ni bosques. El significado de la frase del árbol que cae en el bosque permanecerá accesible por mucho que cambien las cosas, pero no pasará con todo.
Cuando la tecnología nos cambia sin darnos cuenta
Hay un cuento en el que el escritor argentino Hernán Casciari relata que, mientras le contaba a su hija el cuento de Hansel y Gretel y le explicaba el momento en que se encuentran perdidos en el bosque sin poder seguir el rastro de migas de pan, su hija le respondió quitándole dramatismo: “No importa. Que lo llamen al papá por el móvil”.
En ese momento, Casciari se dio cuenta de “qué espantosa resultaría la literatura —toda ella, en general— si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción” y da ejemplos.
“Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate“. Y “Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria”. Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam. Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica”.
Es curioso esto último porque, hoy por hoy, doce años después de que Casciari publicara el cuento, ¿para qué querría Sawyer el servicio de localización de personas de Telefónica teniendo Google Maps? Ese es el corazón de la alcachofa: porque como suelo decir a menudo lo importante no es si el cuentista argentino tiene razón y la literatura clásica se ha vuelto implausible. En realdiad, hace mucho que la literatura clásica se volvió implausible por motivos que no tienen que, a menudo, no tienen que ver con la tecnología móvil.
Lo importante, al menos en lo que respecta a su conexión con ‘Toto Forever’, es que no se había dado cuenta: los móviles estaban ahí y no se había dado cuenta. Lo pienso a menudo mientras veo las últimas novedades en series y películas: ¿no llevan mascarilla porque se rodaron antes de la pandemia o porque en una decisión artística pensaron que las mascarillas les anclaban demasiado a la actualidad? Por suerte, nuestro cerebro trabaja a contra reloj para que no notemos esas pequeñas diferencias, para construir un relato unitario de de lo que somos nosotros y nuestro mundo.
Sobre lo de “si un MP3 reproduce una canción en mitad del desierto de Namib y no hay nadie cerca para escucharla, ¿Está sonando esa canción?“, mejor que opinen los filósofos.
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La noticia
Lo que un reproductor de MP3 sonando en mitad del desierto más antiguo de la Tierra nos puede enseñar sobre cómo nos cambia la tecnología
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Xataka
por
Javier Jiménez
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