Fui a Japón a un campeonato de ‘Magic’ en su edad de oro y acabó siendo una de las experiencias de mi vida
Cualquier gamer, nerd o persona informada sabe lo que es ‘Magic: El Encuentro’, el juego de cartas coleccionable con casi tres décadas a su espalda que contribuyó a que el gaming, tanto online como offline, sea lo que es hoy. Digan lo que digan, si Richard Garfield no se hubiese inventado el juego, concebido como filler o entretenimiento entre juegos con más chicha, no existirían (o no serían iguales) ‘Hearthstone‘ ni prácticamente ningún juego actual que implique construcción de mazos (hola, LCGs). También es posible que ser gamer profesional fuese una utopía.
Porque, efectivamente, uno de los puntos fundamentales para el crecimiento pujante y sostenido de ‘Magic: El Encuentro’ es el juego competitivo, coordinado por la DCI (Duelists’ Convocation International), una organización perteneciente a Wizards of the Coast (la empresa que fabrica Magic) y que viene a ser el equivalente jugón a la ATP del tenis. Cada jugador debe tener un “carnet de jugador” expendido por la DCI, hay un ranking mundial, árbitros oficiales, reglas de competición, sanciones y, claro, torneos de todos los niveles, desde pachangas de tienda a eventos profesionales.
Es ahí específicamente, donde está la chicha. El circuito profesional de ‘Magic‘ tiene como máxima expresión los Pro Tours, campeonatos a los que sólo se accede por ranking o mediante clasificación y en los que se reparten premios por valor de 250.000 dólares. Actualmente, y desde hace unos años, se celebran cuatro Pro Tours al año. Aunque hay otros campeonatos “grandes”, como Gran Prix, Campeonatos Mundiales etc, el Pro Tour sigue siendo el torno de torneos en ‘Magic’.
Desde que se celebrase el primero en 1996, el Pro Tour ha sido el territorio deseado para jugadores de ‘Magic’ de todo el mundo. En él se han vivido victorias memorables, derrotas humillantes y se ha forjado el star system de jugadores profesionales en el que todo magiquero deseaba por convertirse. Esta es la historia de como quien escribe estas líneas vivió su primer (y único) Pro Tour.
Hace mucho tiempo, en una Valencia muy lejana…
Pese a que hace años que toco un mazo de ‘Magic’ (y bastante más que no lo hago a nivel competitivo), el año 2002 será siempre especial para mí por ser, probablemente, mi mejor año como jugador de ‘Magic’, coronado por la oportunidad de participar, ni más ni menos, en el Pro Tour de Osaka.
Mi historia como jugador de ‘Magic’ era relativamente breve. Empecé a jugar meses después de que saliese a la venta, en 1993. Viví la gran sequía de sobres de ‘Magic’ de navidades de 1994. Compré sobres a patadas, cambié cartas como un loco y participé en los primeros atisbos de campeonatos. Mi primer periplo magiquero duró un puñado de años y se interrumpió cuando la gran mayoría de gente que conocía fue abandonando el juego.
Años después, volví a ‘Magic’ con el objetivo de enrolarme en uno de los equipos de jugadores más peculiares que ha conocido este juego, el Nos Morimos Mucho Marcianos Team (o NMMMT). En aquel momento el nombre parecía algo grandioso, os lo aseguro. Mi vuelta coincidió también con la llegada masiva de Internet y, antes de darme cuenta, había montado una página dedicada al ‘Magic’.
Culpable y Perdedor se convirtió durante un puñado de años en una web de referencia. Había cotilleos y cachondeo, algo de espíritu periodístico de verdad (cosa poco habitual en la fecha en los “medios especializados” del juego) y, sobre todo, mucha complicidad con el lector. En una época en la que el canal español de IRC de ‘Magic’ era el equivalente al Twitter actual, la web supuso una pequeña revolución.
Por aquella época clasificarse para un Pro Tour dependía de ganar un clasificatorio, Pro Tour Qualifier o PTQ. Eran campeonatos abiertos que se celebraban por temporadas y, normalmente repartidos por diversas ciudades (aunque solían repetir Madrid y Barcelona casi siempre). Por aquel entonces, no todo el mundo estaba dispuesto a viajar lejos de su ciudad para disputar un campeonato, así que, al final, en cada PTQ era fácil encontrarte con madrileños, catalanes, valencianos, alicantinos o granadinos dispuesos a recorrer cientos de kilómetros para jugar.
En esa especie de comunidad había de todo: campeones de España, gente que se solía clasificar habitualmente para Pro Tours (conocidos como pros), jugadores que, al menos, estaban casi siempre en la pomada en el top 8 de los PTQs aunque acabase cayendo en las rondas eliminatorias (conocidos como protillos) y comparsas a los que nos gusta aprovechar cualquier excusa para viajar con los amigos y echar unas partidas.
Ganar un PTQ no era tarea fácil. En el mejor de los casos, suponía superar seis rondas de torneo en formato suizo, quedar entre los ochos primeros y superar todas las rondas eliminatorias hasta ganar la final. En el peor, lo mismo con ocho rondas de suizo en un larguísimo torneo en el que estaban implicados un centenar largo de participantes. El factor lejanía influía definivamente. Un PTQ en Madrid, Barcelona o Valencia siempre contaba con una amplia participación y la asistencia de los mejores jugadores españoles. A uno en Barakaldo o Vigo podían acudir 35 o 40 jugadores locales.
Japón, allá vamos
A finales de 2001 me hice con la primera plaza del Clasificatorio para el Pro Tour que tendría lugar en Osaka el año siguiente. Tenía 25 años y llevaba un tiempo cosechando resultados no espectaculares pero sí consistentes. Había trabajado los mazos dominantes del formato que se jugaba (el hoy fenecido formato extendido) y gozaba de cierta popularidad (que no reputación) en el mundillo gracias a mi web. ‘Magic’ era una parte importante de mi vida y tenía muchos y muy buenos amigos gracias al juego (la mayoría lo siguen siendo, aún hoy).
El Pro Tour se jugaría en marzo de 2002. Ganar el PTQ te garantizaba invitación para jugar y el vuelo pagado por la editorial que distribuía (y distribuye) ‘Magic’ en España. El resto se lo tenía que costear uno mismo. Por delante quedaban varios meses en los que jugar, jugar y jugar. El formato del PT Osaka sería Construido de Ciclo de Odisea, es decir, compuesto por ampliaciones recién editadas, y sobre el que no había metagame o entorno de arquetipos de mazos competitivos conocido. Íbamos a ciegas y tocaba construir tus propios mazos desde cero, algo realmente difícil.
Me pasé meses y meses probando distintos prototipos de mazos que consideraba viables. Jugué y jugué en mi tienda especializada de cabecera, a todas horas. Jugué con amigos que se prestaron generosamente a testear conmigo y miré, remiré y sopesé cartas. Cuando llegó el momento de hacer la maleta, tenía un montón de dudas y dos o tres candidatas reales a ser la baraja que llevaría en el torneo más importante de mi vida como jugador de Magic.
España contaba con seis plazas de PTQ para el Pro Tour de Osaka. La honrilla nacional la defenderíamos el vigente campeón de España de ‘Magic’, Andres Ortega, un madrileño que contaba por aquella época con tan solo 18 años, el valenciano Paco Llopis, ex campeón de España y uno de los jugadores más talentosos (también uno de los más alocados) que ha visto Magic, un protillo madrileño, Omar Álvarez Leoni, y otro catalán, Paco Martín. Completaba la troupe un servidor y un jugador gallego desconocido que obtuvo la plaza pero, inexplicablemente, decidió no acudir.
La diferencia entre norteamericanos, suecos, japoneses, alemanes y franceses y el jugador medio español a nivel de preparación y rendimiento era abismal
Tras una buena panzada de horas llegamos a Osaka. Era, por supuesto, mi primer viaje transoceánico y todo me parecía una aventura, incluso no poder pegar ojo a lo largo de las muchas horas de vuelo. Coincidir en el mismo avión con algunos de los mejores jugadores del mundo ya fue toda una novedad. Aterrizar en Japón hace quince años, en una época en la que ni Internet ni las costumbres viajeras de los españoles eran lo que son hoy, un sueño hecho realidad.
Seguramente os podéis imaginar cómo vivió caminar por Osaka un chaval de Valencia de 25 años antes de los smartphones, Facebook, Instagram y el 24/7 de conexión global. La fascinación de llegar a una ciudad en la que casi nadie habla inglés y todo era radicalmente diferente y emocionante supuso un chute de adrenalina que nos permitió ignorar el terrible jet lag durante días. Una intensa agenda de actividades nocturnas ayudó también en este aspecto.
En 2002, lo máximo que había conseguido un español era el top 8 de valenciano Héctor Fuentes (actual jugador profesional de Hearthstone) en el Pro Tour de Chicago de 1999. Pasarían todavía años hasta que Antonio del Moral se erigiese como primer campeón español de un Pro Tour, en 2015. Durante muchos años, los jugadores españoles éramos la perita en dulce contra la que todo proplayer quería jugar, unos chavales divertidos y majetes que iban a los Pro Tours a recoger la camiseta acreditativa, irse de farra y hacer algo de turismo.
La diferencia entre norteamericanos, suecos, japoneses, alemanes y franceses y el jugador medio español a nivel de preparación y rendimiento era abismal. El protillo de aquí podía ascender a base de empeño y trabajo desde el nivel más casual a un cierto tono competitivo, pero el escalón final, el de dar la talla en los grandes eventos es algo que (salvo contadas excepciones) se ha tardado mucho en lograr en nuestro país.
Tras hacer algo de turismo y recoger nuestras acreditaciones en el fastuoso World Trade Center de Osaka, velamos armas antes del primer día de campeonato, tras el cual solo los jugadores que superasen un determinado corte podrían jugar el segundo día como antesala al top 8 y posterior final. Hicimos los últimos ajustes y echamos las últimas partidas antes del gran día.
Para mí llegar al primer día de campeonato, con mi acreditación, mi camisa del equipo NMMMT (una camisa de boy-scout norteamericano serigrafiada con las siglas del equipo) y estar rodeado de tú a tú con campeones del mundo y profesionales de todas las nacionalidades, como el titán germano Kai Budde, el legendario Jon Finkel o mi ídolo, el maestro de los mazos rojos agresivos David Price, era como ir a jugar una pachanga y que en el otro equipo estén Messi y Cristiano Ronaldo. Emocionante pero, desde luego, también intimidante.
No voy a entrar en detalles (los interesados podéis leer un reportaje detallado y algo chusco aquí) pero, en esencia, ninguno de los españoles pasó el corte del primer día, encabezando yo la Armada Española en la nada honrosa posición 171, con 9 puntos y tres partidas de seis ganadas.Como curiosidad, jugué (y perdí) en segunda ronda contra el entonces campeón del mundo, William ‘Huey’ Jensen.
El PT Osaka lo acabaría ganando el estadounidense Ken Ho con el que es considerado como uno de los peores mazos en ganar un Pro Tour en la historia de la competición, una variante del mazo azul-verde que jugué yo mismo.
¿Qué hace uno después de un Pro Tour en el que se ha llevado tan severo correctivo? En nuestro caso, cambiar todas nuestras cartas en castellano por equivalentes en japonés (a los nipones les parece el español tan exótico como a nosotros su idioma), comprar souvenirs, salir de fiesta por los garitos más variopintos e intentar ligar.
Mi despertar del sueño del Pro Tour tuvo lugar una Nit del Foc a las 4:30 de la mañana hora española, bajando de un autobús que me había dejado en casa después de más de 20 horas de vuelta a casa desde Osaka y habiendo perdido un vuelo Barcelona-Valencia que convirtió en suplicio lo que tenía que ser solo un trámite.
Pese a que lo seguí intentando, nunca volví a participar en un Pro Tour. Mi despedida del ‘Magic’ competitivo tuvo lugar en el Gran Prix Bilbao 2005, donde conseguí hacer top 64 en un campeonato de cerca de un millar de personas. Los pro points que había acumulado impidieron que accediese a premios en metálico. En aquel momento me dio igual, y ahora también.
En los últimos años, ‘Magic’ se ha convertido (aún más) en un espectacular gigante que requiere una cantidad de tiempo y dedicación (sin garantía de resultados) de los que no dispongo, por no hablar de que mi mojo parece no estar ahí y el juego, que me sigue pareciendo el mejor de de las últimas tres décadas, no es lo mismo para mí sin el factor competitivo. Quedan, eso sí, los recuerdos, las batallitas, los amigos y una carta de unas muchachas japonesas excusándose por no poder salir a bailar con sus nuevos amigos españoles.
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La noticia
Fui a Japón a un campeonato de ‘Magic’ en su edad de oro y acabó siendo una de las experiencias de mi vida
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alex Serrano
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