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Éver Banega, el último emperador del Sevilla

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Éver Banega, el último emperador del Sevilla

Apura su adiós como líder del equipo, que este lunes juega con el Wolves en cuartos de la Europa League

Ever Banega, en la previa del partido.
Ever Banega, en la previa del partido. FRIEDEMANN VOGEL AFP

Si no hay redención, no es fútbol. Si no dolió, no lo viviste. Si no pensaste en abandonar, no emprendiste el camino correcto. Éver Banega (Rosario, Argentina, 1988) se irá como un héroe del Ramón Sánchez-Pizjuán, porque allí sólo aplauden a quien se mancha. A quién duda. A quien se despide sabiendo que volverá. Hay una comunión salvaje con la grada. Éver es malencarado y peleón. Pide perdón sin disimular que le da igual pedir perdón. Su fútbol crece de la tierra como una flor blanquecina que se ha hecho un hueco a codazos entre la aridez y el abandono. En el Sevilla ha sido feliz. Su único hogar. Ni Boca ni Newells, ni Atlético, Valencia o Inter le vieron luchar como luchó de nervionense. Por eso se quiere despedir a lo grande, vaciándose, no dejándole nada a la sed. Y en Europa. Soñando con un título que ya consiguió en 2015 contra el Dnipro, siendo además elegido por UEFA como el MVP del partido, y en 2016 frente al Liverpool. En ambas finales de Europa League fue titular, en ambas timoneó al equipo, en ambas sonrió acariciando el metal.

Éver Banega acababa su relación contractual con el Sevilla F.C. el 30 de junio. Su futuro estaba en Arabia Saudí, en el Al-Shabab Club, con el que había firmado un contrato de tres años a razón de diez millones por temporada. Una oferta irrechazable que hacía palidecer la opción de quedarse un año más en la capital andaluza. El virus dinamitó los plazos y volvió a abrir las maletas que ya estaban hechas sobre la cama. Monchi negoció una extensión de su contrato, que también hizo con las cesiones de Reguilón por parte del Real Madrid y de Bono por parte del Girona, para poder terminar con el argentino las dos competiciones que aún estaban en juego.

Su presencia ha sido definitiva para conseguir los objetivos. En Liga, el Sevilla alcanzó finalmente el cuarto puesto y su consiguiente plaza para la Champions. De los once partidos disputados tras el parón por la pandemia, Banega jugó en diez, perdiéndose el último por acumulación de tarjetas. En la Europa League, epílogo de la gran temporada de los de Lopetegui, no pudo arrancar mejor el rosarino, con un concurso magistral ante la A.S. Roma en octavos de final. Con Fernando y Jordán acompañándole en la parcela central, Banega está acertado y rejuvenecido. El 4-3-3 le libera, le da profundidad a su toque y oxígeno a sus pases. Lopetegui lo tiene claro: “Cuando Ever juega bien, el Sevilla juega bien. Y al revés. Está a un nivel muy alto y es de los más competitivos”. En sus pies está darle continuidad al juego; es un futbolista muy hecho, que marca el ritmo, que suma en la presión, que sabe ser agresivo sin perder el tiento. Un trueno con alma de violín.

El Sevilla FC afronta este martes (MSV Arena, Duisburgo, 21:00 horas) un encuentro trascendental frente al Wolverhampton de Nuno Espíritu Santo. Se acarician las semifinales y habrá brega por hacerse con el círculo central. Los Lobos tendrán a Neves y Moutinho en la medular, intentando apaciguar la ferocidad de un Banega que está disfrutando de sus últimos minutos en la élite del fútbol mundial. Su último imperio. En esta postrera demostración de confianza, compromiso y arrojo. Un futbolista de idas y venidas, de apagones y fuegos artificiales, de silencios y estruendo. Humano y voluble, un centrocampista que parece estar escribiendo en minúsculas lo que será una carrera de gigante.