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El virus mata la noche de Madrid: ni bares abiertos ni botellón en las plazas

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El virus mata la noche de Madrid: ni bares abiertos ni botellón en las plazas

Más del 90% de bares de copas, pubs y discotecas de Madrid cerraron este fin de semana como protesta ante las medidas restrictivas acordadas por la Comunidad Autónoma. Los pocos locales que permanecieron abiertos tuvieron poca acogida

Interior del Súper Pop Bar en Malasaña vacío un sábado por la...
Interior del Súper Pop Bar en Malasaña vacío un sábado por la noche. ÁNGEL NAVARRETE

Si las noches de verano en Madrid ya eran menos movidas de lo habitual, lo de anoche fue de no creer. Parecía que por unas horas la capital se había transformado en otra ciudad donde el ocio nocturno era prácticamente nulo: pocas terrazas abiertas, sin gente en las calles y silencio. Durante este fin de semana, los empresarios del sector decidieron cerrar de forma voluntaria sus puertas como protesta ante las medidas decretadas por la Comunidad. Según la Plataforma por el Ocio, más del 90% de los locales no abrieron en el primer día y en zonas como Malasaña o Chueca, “salvo alguna excepción”, lo hizo el 100%.

Aunque estuvieran todos los locales abiertos, tampoco iba a haber nadie. La gente está en casa, en su barrio o de vacaciones”, afirma Luis Bañares, propietario del bar de copas Poca Vergüenza en la calle Ferrer, uno de los establecimientos que mantuvo su actividad. “Nosotros estamos abiertos, pero casi no hay movimiento, no pasa nadie por aquí”, explica.

Bañares asegura que en estas dos últimas semanas la demanda se ha visto reducida mucho más que antes. La razón: el verano, la poca gente que se queda en Madrid, pero sobre todo el virus de la Covid-19 y las medidas impuestas por la Comunidad Autónoma. “Estamos facturando únicamente un 20%. En esta misma época antes facturábamos un 50%”, precisa, y advierte de que de continuar la situación como está no se podrá aguantar.

En más de media hora en el local no entró nadie, según pudo comprobar EL MUNDO. Dentro del establecimiento tres parejas tomaban una copa. Dos de ellos salieron mientras conversábamos con Luis. Por la calle tampoco caminaba gente. Eran las 23.45 de la noche.

La música de los años 80 y 90s en una ciudad donde el silencio nunca ha estado tan presente llamaba la atención de los pocos transeúntes que recorrían Malasaña. Salía del Súper Pop Bar, de David Martínez de la Torre. “Apoyo a mis compañeros, pero yo tengo que abrir. No me he podido dar el lujo de cerrar y poner el cartelito en la puerta porque para mí lo que me entre es bienvenido“, comenta Martínez. En toda la noche del viernes 7 de agosto tuvo seis clientes, este sábado consiguió una reserva de ocho personas. La semana pasada no entró nadie en su local. “¡Estamos como agua de mayo! Yo necesito cubrir mis gastos y mucho más después de estar tres meses cerrados en pleno invierno y primavera, cuando es nuestra temporada alta. Esto es un desastre“, se lamenta.

David reabrió su local hace tres semanas confiando en que la situación mejoraría, pero entonces llegaron las nuevas medidas impuestas por el Gobierno regional con las que, en su opinión, “se han equivocado estrepitosamente”. Entre ellas, el límite de grupos a un máximo de 10 personas, el cierre de los establecimientos a la 1.30 horas de la madrugada, la no admisión de clientes a partir de la una y el manejar un registro de acceso de todas las personas.

“Yo entiendo que de parte del Gobierno se tengan que asegurar que no haya rebrotes, pero se está demonizando a diario a los bares de copas, a las discotecas y al resto, no“, se queja Martínez. Para él, el verdadero problema está en las fiestas privadas en casas particulares y en los botellones. “Ahí sí que la situación es incontrolable”, dice y agrega que el virus no está sólo en la hostelería, “está en casa del que lo tiene, está en la piscina, está en el supermercado, está en los botellones, está en todas partes”.

La misma opinión comparte Bañares, quien añade que otro de los inconvenientes es que las “medidas no están claras“, por ejemplo, con respecto al registro de los clientes. “La gente desconfía porque la Comunidad tampoco ha dicho nada de cómo tienen que ser los documentos”, afirma. Apunta que las personas sienten que este es un mecanismo invasivo, desproporcionado y que no está bien planteado. “No se puede entender que de pronto a las 18.00 horas vas a una terraza y no pasa nada y sin embargo vienes a un bar de copas y tienes que firmar un formulario”. Aunque la mayoría termina registrándose sin mayor problema, el empresario relata que esta semana tuvo que echar a un chico que no quería registrarse y “se puso de muy mala forma”.

Gonzalo Revuelta y Déxter Robles toman una copa en un bar. Aunque vinieron juntos, ambos se sientan distanciados el uno del otro. Tienen sus mascarillas en el brazo y en todo momento miran atentamente hacia la puerta. “Hemos estado en una terraza y luego fuimos a un bar cerrado con poca gente. Cuando vimos que comenzaban a entrar más personas nos hemos ido“, cuenta Revuelta. Si bien los dos salen a divertirse en las noches, ahora prefieren las terrazas porque sienten que son sitios donde hay más separación entre las mesas, son lugares más controlados y al aire libre. “Tengo miedo a contagiarme, yo no lo dudo. Y aunque las medidas de seguridad no me gustan, sé que son necesarias. ¡Qué se va a hacer!”, dice Robles.

Plaza Dos de Mayo un sábado por la noche, custodiada por la Policía.
Plaza Dos de Mayo un sábado por la noche, custodiada por la Policía.

Ahora, con los bares y discotecas cerradas, una de las mayores preocupaciones para las autoridades son los botellones, puesto que se pueden convertir en un foco importante de contagios. Entre marzo y julio de 2020 en el distrito Centro se interpusieron 3.505 denuncias por este motivo. Sin embargo, este fin de semana el panorama en las plazas tampoco fue de mayor movimiento.

A las 24.30 horas en los bancos de la Plaza San Idelfonso pocas parejas conversaban y reían. En sus manos no había cervezas, tan solo refrescos y agua. El que hasta hace pocos días era uno de los lugares donde los botellones irrumpían las noches, ayer lucía tranquilo. En la plaza del 2 de Mayo la situación era similar. Una furgoneta de Policía Municipal permaneció estacionada en mitad del lugar durante toda la noche para vigilar que no se incumpla con la ley.

En Chueca, en la plaza de Pedro Zerolo, no se veían sólo a parejas, pero los grupos apenas alcanzaban las cuatro personas. Los vendedores ambulantes de latas de cerveza ofrecían a cada persona que encontraban la bebida, pero en más de veinte minutos no lograron vender ninguna.

A la una de la mañana eran pocas las personas que quedaban en las calles. El virus ha matado también a las noches de Madrid.

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