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El peligroso triángulo de los ‘taxi-patera’

Inmigración

La ruta de los argelinos

El peligroso triángulo de los ‘taxi-patera’

Y las lanchas argelinas para repostar durante el viaje a España. Uno de cada tres inmigrantes viene ya de Argelia. Las mafias del Estrecho se han mudado allí

Una patera llegada recientemente a Ibiza. CRÓNICA

«Era madrugada y estaba oscuro. Bajé hacia la playa entre árboles y rocas, transportando bidones de 30 litros de gasolina. Me movía a oscuras para evitar que los guardacostas nos descubrieran. Si enciendes una luz o incluso un cigarro puedes ponerlos sobre aviso. Nos ayudaron dos personas que llevan toda la vida trabajando en el mar y conocen los movimientos y los horarios en los que patrullan los barcos de policía.

Era un día con el mar en calma y los guardas sabían perfectamente que saldrían pateras, por lo que evitaron entrar al puerto a descansar, como es costumbre. Tuvimos que jugar con ellos. Cuando se dirigieron hacia la derecha y nos daban la espalda, embarcamos rápidamente y salimos. Ya estábamos lejos cuando los vimos regresar. Gracias a Dios no pudieron cogernos».

El relato es la huida de Ahmed, un menor argelino de 14 años que hace unas semanas llegó a la costa de Mallorca a bordo de una embarcación de madera junto a nueve adultos, todos conocidos en su natal Dellys, un pequeño pueblo de pescadores en la provincia de Boumerdès, a unos 100 kilómetros de Argel.

Antes de emprender el viaje, Ahmed, un nombre ficticio para proteger su identidad, se ganaba unos dinares en las calles de su barrio, con un rudimentario puesto de cilantro, perejil y hierbabuena montado con unas cajas de plástico, una tabla de madera y una sombrilla.

Su periplo de 22 horas y 315 kilómetros, a bordo de una impoluta patera con motor nuevo y sin rastro de hacinamiento, marca las coordenadas de la nueva ruta de inmigración ilegal, un itinerario en auge ante el blindaje de la vecina Marruecos. Una autovía en el mar por la que campan a sus anchas las mafias que se doctoraron en Nador o Tánger y que han trasladado su negocio, mejorando sus prestaciones y doblando la apuesta.

Las redes, apodadas el Triángulo y curtidas en el narcotráfico, han establecido taxis-patera con gasolineras móviles plantadas en lanchas dispuestas por el camino que ofrecen repostaje de combustible y vituallas para una travesía de moda, que permite una emigración segura hacia Europa.

Frontex, la agencia europea de fronteras y costas, reconoce a Crónica que por la ruta -con una estructura de traficantes cada vez más perfeccionada y provista de más recursos- se aventuran desde menores como Ahmed hasta adultos de 45 años. «Casi dos de cada tres migrantes que llegaron a España por mar este año partieron de Argelia. Los argelinos también representan más de la mitad de todos los que cruzan el Mediterráneo occidental», precisan desde la agencia.

En mayo y junio el número de migrantes fue casi seis veces superior al del mismo periodo de 2019. En la primera mitad de este año, las llegadas se multiplicaron por siete, a pesar de que la llegada de migrantes a España ha caído un 38% en los primeros siete meses.

Las costas españolas, desde Almería hasta Alicante y las Islas Baleares, han experimentado el incremento de un flujo que ni siquiera la propagación del coronavirus y el confinamiento, a uno y otro lado del Mediterráneo, han podido detener. El pasado fin de semana 435 migrantes alcanzaron España. De ellos, 267 lo hicieron a las costas andaluzas, el Levante y Baleares.

La patera en la que llegó Ahmed, de 14 años. CRÓNICA
La patera en la que llegó Ahmed, de 14 años. CRÓNICA

El inicio de agosto fue uno de los periodos más agitados para las fuerzas de seguridad y la asistencia humanitaria en Baleares: 93 migrantes fueron detenidos. Iban a bordo de ocho pateras. Cinco arribaron a Mallorca, dos a Formentera y una a Ibiza.

Las últimas embarcaciones dibujan un patrón de llegadas simultáneas que buscan desbordar a los servicios de vigilancia, en origen y destino. Un cuidado ejercicio de planificación que tiene dos puntos en la costa de un país que, 16 meses después del ocaso de Abdelaziz Buteflika, se halla sumido en una grave crisis política, social y económica. En el este, las pateras zarpan de las playas de Corso, Djinet y Dellys, el pueblo de procedencia de Ahmed. El segundo se ubica en municipios como Orán y Mostagamen, más al oeste.

De la playa de Sidi Medjdoub, en Mostaganem, salió la noche del 23 de julio un barco de pesca con 16 argelinos cobijados en su esqueleto. Su destino debía ser Níjar (Almería), pero a última hora, después de que el patrón recibiera un sms avisando de que una patrulla de la Armada argelina los interceptaría por esa ruta, decidieron cambiar de rumbo y tirar en línea recta hasta Cabo de Palos (Cartagena). Se percataron, además, de que no disponían de combustible suficiente y de que la única gasolinera flotante que había aquella noche se encontraba en dirección a la costa este española.

Los narcos del Estrecho, ante el parón del tráfico de hachís marroquí por la pandemia y el cambio de ruta migratoria desde Argelia, han optado por diversificar su negocio y plantar en medio del mar planeadoras flotantes llenas de bidones con gasolina, comida y agua para asistir a los migrantes argelinos y a las pateras con motor que cruzan el Mediterráneo. La embarcación de los 16 argelinos fue interceptada un día después por Salvamento Marítimo cuando alcanzó Cabo de Palos.

La red el Triángulo «se llama así porque abarca la ruta entre varios puntos del norte de Argelia, Almería y Baleares», explica A. M., un argelino afincado en el sur de España que conoce de primera mano el trayecto. Él mismo lo hizo subido a una patera que atracó en Menorca hace tres años, en una ruta que no es nueva pero cuyos números se han disparado desde principios de año. Después estuvo colaborando con algunas mafias de su país para recibir a quienes llegaban por mar hasta Baleares. Allí permaneció hasta noviembre, recibiendo a muchos de los 350 inmigrantes que llegaron desde Argelia en 30 pateras hasta ese mes.

El año pasado se cerró en las islas con 41 embarcaciones y 507 migrantes interceptados. Según datos de la Delegación del gobierno en Baleares proporcionados a este diario, el balance provisional de 2020 registra ya 316 migrantes y 26 embarcaciones.

El pasado otoño A. M. abandonó Baleares para dirigirse a la península y dedicarse a otros negocios. Su primo Ahmed, que era uno de los enlaces de los argelinos que llegaban a las costas andaluzas y que fue detenido en una operación contra el tráfico de inmigrantes hace tres años, reconoce que ambos siguen en el negocio porque «ahora hay más trabajo que nunca». Ahmed arguye que desde que Marruecos «cerró sus playas el verano pasado», varias mafias de magrebíes se han desviado a Argelia porque «la situación del país está muy mal y todos quieren salir».

La red del Triángulo cuenta con una estructura de eslabones en distintos niveles. Están los jefes, apartados de la primera línea, que residen en Francia. Están los intermediarios, que aguardan en España a los que llegan en las pateras y cuya misión es garantizar que quienes han pagado el viaje completo puedan subir hasta Francia. Luego, en el punto de origen, al norte de Argelia, se encuentran los guías, que contactan con los inmigrantes deseosos de partir y organizar las salidas, y los conseguidores, dedicados a tener listos los barcos de pesca o las lanchas.

Todos ellos forman la cadena principal en las que, no obstante, intervienen más enlaces: los prestamistas, los individuos que facilitan el dinero a sus compatriotas para poder salir en patera a cambio de una devolución con intereses; los «taxistas» que llevan a los argelinos hasta el punto exacto de la playa desde donde saldrá la barcaza; o los policías que miran para otro lado tras su correspondiente soborno.

Una telaraña cuyos efectos también perciben ya quienes se dedican a auxiliarlos. «Resulta notorio que el paso desde Argelia hasta aquí es cada vez más seguro. Cuando hablo con estos chavales, noto cada vez menos miedo a cruzar el mar. Da la sensación de que se les ofrecen más garantías», narra Guillem Cladera, director de Natzaret, una fundación de acogida ubicada en Palma.

«Antes, cuando llegaban y eran atendidos, trasladaban pavor, el pánico de haber pasado muchos días en el par sin agua ni comida. No tengo esa sensación ahora, a pesar de que es una travesía con riesgo».

Zona de salida de las pateras, en localidad de Dellys, en la costa norte de Argelia.
Zona de salida de las pateras, en localidad de Dellys, en la costa norte de Argelia.

UN VÍDEO ENTRE RISAS EN LA PATERA

Esa tranquilidad también asoma en un vídeo obtenido por Crónica, en el que un grupo de jóvenes se graban a bordo de una barca que atraviesa el Mediterráneo, con destino a Baleares. Los jóvenes hablan distendidamente mientras algunos dan caladas a un cigarro en un día de verano de mareas apacibles.

«Nos vamos y no volveremos. Dejamos el país a la mafia que lo gobierna», dicen entre risas. «Para vosotros todo el país. Nosotros nos vamos para buscarnos la vida y no volveremos jamás». En la barca, de cinco metros de eslora, viaja apenas una decena de personas.

La irrupción de las mafias curtidas en Marruecos ha mejorado sensiblemente la logística. «Antes, los argelinos organizaban los viajes por su cuenta. Pero ahora muchas de las mafias han desplazado sus bases desde Marruecos y Libia hasta Argelia. Las restricciones por la pandemia están dificultando a los subsaharianos subir hasta el norte; por eso se lanzan ahora hacia Canarias.

Pero se ha quedado un gran hueco libre para los argelinos. Usan muchas lanchas rápidas y tardan menos de seis horas en llegar a su punto de destino, normalmente la zona de Cabo de Gata. También ahora salen muchos barcos de pesca aprovechando el buen tiempo», explica un inspector de la Unidad Contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsificaciones Documentales de la Policía Nacional.

Según la agencia pública de noticias Algérie Presse Service, la inmigración en su país está siendo «explotada por personas maliciosas para empañar la imagen de Argelia». «Se ha convertido en una auténtica crisis que sonroja a las autoridades argelinas. La ausencia de cambios políticos y el desempleo están empujando a los jóvenes hacia la otra orilla y, por desgracia, cada vez hay más oportunidades de tener un lugar seguro en una patera», confirma desde Argel un experto en migraciones.

Hacerse con un hueco en una barcaza cuesta unos 2.200 euros, según varias fuentes consultadas. También habría opciones más asequibles, de entre 600 y 1.000 euros. Las más caras superan los 2.500. Coinciden las citadas fuentes en que muchos de los perfiles son «hombres que tienen abierto algún proceso penal en su país o que han pasado por prisión, normalmente por temas administrativos de impagos y deudas».

En un informe reciente, la Comisión Europea alertó de que la previsión es que la presión migratoria desde Argelia siga siendo alta. «Argelia también está abriendo la mano para que salgan. El país está sumido en una de las mayores depresiones económicas de su historia y ha visto que Marruecos ha recibido mucho dinero de la UE tras la crisis de las pateras de hace dos años. Ellos también quieren su parte», afirma una fuente policial.

Frontex desmiente, por su parte, algunas de las informaciones publicadas en la prensa española. «Frontex no ha llevado a cabo ningún vuelo de vigilancia cerca de la costa argelina y no hemos proporcionado ninguna información sobre las supuestas 500 barcazas preparadas para su salida desde el puerto de Mostanagem», replica.

PROMESA EUROPEA

A finales de 2018, la UE se comprometió con Marruecos a desembolsar 170 millones de euros a cambio de que el reino de Mohamed VI frenara la inmigración irregular hacia España. Y Marruecos, una vez ingresó gran parte de ese dinero en sus arcas, empezó a imponer el cerrojo, a su manera. La primera medida, pagada con dinero europeo, fue la construcción de una alambrada con concertinas en el lado marroquí de la valla fronteriza con Ceuta.

Después, a finales del verano del 2019, endureció en el norte el llamado por Rabat «cordón de seguridad». En los puntos calientes de salidas de pateras, en los alrededores de las urbes de Tánger y Nador, la Policía marroquí intensificó las redadas violentas en las viviendas de los subsaharianos y los llevaban en autobuses hasta el sur del país, arrojándolos en mitad del desierto.

También se establecieron puestos de vigilancia en las playas para evitar las salidas de sus nacionales y de los argelinos. «La represión violenta de Marruecos, y no el coronavirus, está detrás del descenso de llegadas de inmigrantes en pateras desde Marruecos en lo que va de año», advierte el último informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. «Esta inmigración se ha frenado gracias a la subcontratación por parte de España y la UE de la violencia de Marruecos», continúa.

Según el Ministerio de Interior de Marruecos, en 2019 abortó «64.798 intentos de emigración clandestina». Las medidas del reino redujeron ese año un 55% las llegadas irregulares a España por vía marítima. Y el 95% o de los inmigrantes irregulares salieron de Marruecos frente a tan sólo el 5% procedente de la ruta argelina.

A partir de septiembre, las salidas desde Argelia empezaron a incrementarse hasta superar el 40% de las llegadas a España. En noviembre la Policía Nacional, con apoyo de Europol, desmanteló una organización dedicada a transportar migrantes en lanchas rápidas desde Orán. En redadas llevadas a cabo en Almería y Alicante, cayeron 26 integrantes, responsables de haber facilitado el viaje a 900 personas y haberse embolsado al menos 1,5 millones de euros.

«De Marruecos ahora salen chavales que cruzan a España por su cuenta, con una moto de agua o un kayak. A los subsaharianos, con la excusa del coronavirus, las autoridades los encierran en las comisarías y después los deportan al país donde tengan vuelos fletados, no a sus países de origen», explica un veterano trabajador social que está a pie de playa asistiendo a los inmigrantes que recoge Salvamento Marítimo.

«Es una locura la cantidad de argelinos que están llegando. Nunca habíamos recibido tantos en tan poco tiempo. Ellos también han estado encerrados por la pandemia, pero la situación económica en su país es muy mala y están saliendo a buscarse la vida. Pero no en España: su objetivo es ir a Francia. Al llegar aquí van a la comisaría y de allí no salen sin tener el negativo en la prueba PCR. Después se reparten por los centros de organizaciones como Cruz Roja y CEAR», añade.

«Nosotros informamos del procedimiento de protección sabiendo, sin embargo, que muchos tienen un proyecto migratorio que no pasa por quedarse en España. Generalmente los argelinos cuentan con una red familiar en Francia», admite Paloma Favieres, directora de Políticas y Campañas de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. El aumento de la ruta argelina coincide con el nuevo pacto de migración y asilo que prepara, entre tensiones, la Comisión Europea. «La Comisión quiere acabar con estos movimientos secundarios. El tema del control migratorio es una de las patatas calientes», apunta Favieres.

Mohamed, que realizó la travesía hace unos años, confirma que muchos de sus compañeros de patera están ahora en Francia, Alemania o Reino Unido. «Desde mi pueblo salieron tres pateras hace una semana pero las interceptaron en el mar. Conozco a gente que lo está intentando. Yo tuve siempre claro que quería marcharme de Argelia. Trabajé en lo que pude, en la limpieza o la mecánica de los barcos, de albañil o carnicero, para conseguir el dinero y pagarme el trayecto. Allí no hay futuro y todo va a peor».