El Gobierno sigue decidido a aprobar un nuevo sistema de etiquetado frontal que no funciona bien: Nutriscore, el aceite de oliva y los debates que no estamos teniendo
Cuando hace dos años, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social anunció que, como parte de un nuevo (y necesario) paquete de medidas contra la obesidad, España se uniría al semáforo nutricional NutriScore no imaginaba que la apuesta iba a chocar de frente contra uno alimentos más paradigmáticos del país: el aceite de Oliva.
NutriScore es un sistema que utiliza colores (verde, ámbar y rojo) para informar de forma sencilla si los nutrientes de un alimento superan las recomendaciones sanitarias. La consecuencia directa de su algoritmo es que todos los aceites vegetales, da igual que sea oliva virgen extra o aceite de colza, obtienen la misma nota: una C, el color ámbar. Y esto es solo un problema de muchos.
Cómo salvar el aceite sin solucionar el problema
Durante estos dos años, el sector ha estado intentando encontrar una solución y, de hecho, se han implementado algunos cambios en los algoritmos. Nada ha servido. Por ello y ante las declaraciones del Gobierno que aseguraban que el sistema entraría en vigor el primer trimestre de este año, la Junta Directiva de la Organización Interprofesional del Aceite de Oliva Español pidió al Ministerio de Consumo una reunión urgente para abordar el problema.
Hoy, Consumo ha anunciado que ya se ha planteado formalmente ante los órganos de gobierno de Nutriscore la exclusión del aceite de oliva. Algo que ha sido recibido, según fuentes del propio ministerio, “positivamente por los países que ya tienen implementado este etiquetado: Francia, Alemania y Holanda”. De esta forma, se podría comercializar el aceite de oliva sin necesidad de etiquetado frontal.
Esto alivia los temores del sector olivarero, pero no resuelve el problema en absoluto. ¿En qué lugar queda NutriScore si ante problemas serios de funcionamiento la respuesta es excluir dichos alimentos del sistema? Sobre todo, cuando no existe un procedimiento claro para hacerlo y todo parece depender de la presión política que sean capaces de ejercer los productores. ¿Puede un sistema así conservar la confianza del público a quién va dirigido?
Luces y sombras de Nutriscore
En 2017, la nueva ley de salud francesa usó un modelo desarrollado por la Universidad de Oxford, para establecer un etiquetado nutricional simplificado en la parte delantera de los envases. Tiene varios nombres (NutriScore, logotipo 5 colores ó 5C), pero la idea tenía vocación de ser muy simple: traducir las complejas tablas de información nutricional en un logotipo simple, visible e intuitivo.
Por desgracia, la idea era lo único simple. Su implementación ha resultado un auténtico quebradero de cabeza. Porque, mientras los estudios sugieren que este tipo de sistemas tienen éxito al modificar las conductas y las percepciones del consumidor, el proceso de simplificar la complejidad de las prácticas alimentarias en cinco colores está lleno de resultados erróneos, cuestionables y confusos.
Por un lado, ayuda a los consumidores a saber qué alimentos continen más azúcar y sal; pero presenta problemas a la hora de señalizar cuando ese azúcar es añadida o natural; y, por si fuera poco, el algoritmo beneficia llamativamente a los productos ultraprocesados frente al resto. Algo que ha causado mucha polémica.
El aceite de oliva es un buen ejemplo, pero hay muchos más. De hecho, esta complejidad ha provocado que la idea inicial (tratar de unificar todo esto en una sola puntuación) se haya desnaturalizado. Ahora Nutriscore solo tiene sentido para comprarar productos parecidos entre sí: si comparamos tipos de productos diferentes, las paradojas se hacen aún más evidentes.
En resumen, Nutriscore parece ser una herramienta muy potente para clarificar la complejísima selva nutricional del supermercado, pero se ha demostrado incapaz de diseñar algoritmos capaces de reducir a cinco colores la enorme diversidad de los usos y costumbres alimentarios. Pero lo que no tiene sentido implantar sistemas de etiquetado que contradigan todo lo que se lleva defendiendo a nivel público desde las autoridades sanitarias desde hace años.
Una polémica que no cesa (y no parece que lo vaya a hacer)
En honor a la verdad, tenemos que reconocer que esto no es un problema que afecte solo a Nutriscore. Otros sistemas de etiquetado frontal tienen problemas similares con productos distintos. Algo que da cuenta de la complejidad de este tipo de propuestas que tienen que lo suficientemente versátiles como para ser útiles a consumidores muy diferentes. Pero, a la vez, han que ser lo suficientemente robustas para evitar que las contínuas manipulaciones de la industria. Industria que, por otro lado, ha creado su propio sistema.
Y frente a eso, la opción de renunciar a un estándar sencillo de información nutricional tampoco parece buena idea. No hay que olvidar que, desde 1975, la prevalencia mundial de la obesidad se ha casi triplicado, ni que solo en 2016, 340 millones de niños y jóvenes tenían problemas de sobrepeso y obesidad. Estas tendencias afectan (y mucho) a España y que pueden moderarse con el uso (apropiado) de enfoques es este tipo.
El debate está precisamente en ese “uso apropiado”; en si necesitamos un sistema nuevo, si basta con hacer cambios importantes o puede ser de utilidad introduciendo pequeñas excepciones como las del aceite de oliva. No obstante, no parece que ese debate vaya a tener lugar. La polémica sobre el nuevo etiquetado permanece tan viva como hace dos años y los últimos movimientos de Consumo no hace pensar que esto vaya a cambiar.
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La noticia
El Gobierno sigue decidido a aprobar un nuevo sistema de etiquetado frontal que no funciona bien: Nutriscore, el aceite de oliva y los debates que no estamos teniendo
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Xataka
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Javier Jiménez
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