‘El cadáver’: aterriza en Netflix una oscura mezcla de ciencia-ficción y terror, cuya alegoría social recuerda a ‘El hoyo’
Desde Noruega aterriza, prácticamente sin avisar, esta curiosa parábola con elementos temáticos de ciencia-ficción post-apocalíptica pero construida como una película de terror y suspense al uso, y que se ha encaramado rápidamente a los primeros puestos del top de lo más visto en Netflix. No es de extrañar: su atrevimiento visual y lo enigmático de su punto de partida convierten a esta película dirigida y escrita por Jarand Herdal en una propuesta muy apetecible en estos días previos a Halloween.
Su singular tratamiento visual pero, sobre todo, su clara y combativa alegoría social permiten trazar paralelismos con una película que recaló hace unos meses en la plataforma: ‘El hoyo’. Esta producción española dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia sorprendió en el festival de Sitges de 2019 ganando el premio a Mejor Película de la Sección Oficial y alzándose también con el Premio del Público. Su posterior éxito en Netflix y su alcance internacional la han llevado a ser una de las finalistas para ser propuesta por la Academia de Cine española al Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa.
‘El hoyo’ tiene en común con ‘El cadáver’ (no confundir con ‘Cadáver‘, por cierto, una estupenda y morbosísima película de terror de 2018 ambientada en un depósito y también disponible en Netflix) su fortísima y saludablemente obvia alegoría sobre el distanciamiento entre las clases más poderosas y las más desfavorecidas. Y también, cómo sucede a menudo en la ciencia-ficción de tiempos de crisis, el simbolismo ya no comenta la explotación laboral o las ambiciones de reconocimiento social, sino lo más básico y terrenal. Pura y llanamente: la comida.
La comida era lo que en ‘El hoyo’ estaba en una plataforma (‘The platform’ es el título con el que se conoció en mercados internacionales) que baja por una torre donde están encerrados de forma temporal los personajes. Al azar van cambiando de piso y nada les asegura que en el próximo turno no vayan a acceder a la comida recién hecha o a las repugnantes sobras de decenas de pisos que están por encima. En ‘El cadáver’ la metáfora no es tan abstracta ni radical, pero también hay un grupo de personas en un edificio cerrado, y la comida es el núcleo de sus desvelos, aunque su naturaleza es uno de los muchos secretos del film.
‘El cadáver’ cuenta cómo, en un futuro post-apocalíptico causado por devastadoras guerras nucleares y con la población absolutamente estragada por terribles hambrunas, una pareja y su hija pequeña reciben una curiosa invitación: asistir a un hotel de lujo cercano, aún a costa de todos sus ahorros, para asistir a una obra de teatro. El auténtico atractivo de la velada: incluirá una sustanciosa cena.
Una vez en el hotel, y tras cenar, los asistentes descubren que la obra es interactiva: ataviados con máscaras para no ser confundidos con los actores, pueden deambular por las instalaciones siguiendo a los personajes, que pelean entre sí y tienen relaciones extremas. Sin embargo, nuestra heroína Leonora, que fue actriz en el viejo mundo, comienza a descubrir que tras las máscaras y los misteriosos pasillos del hotel hay otros secretos.
La vida es teatro
Aunque ‘El cadáver’ a menudo recurre a los resortes del relato de horror, entrando incluso en terrenos de torture porn que no detallaremos aquí para no espoilear, su esencia última es de relato distópico. Todos los horrores que presencian y padecen los protagonistas vienen de las injusticias de una sociedad cuyos engranajes no conocemos, pero que se adivina injusta y profundamente desigual. En las escasas partes de la película que se desarrollan fuera del hotel veremos escenas dantescas de muertos en las calles, abusos y muerte, y clima casi alienígena.
En el hotel, la narración adquiere un tinte más fantasioso, y es ahí donde entona sus notas más altas: la casi onírica ambientación del edificio, de un lujo que contrasta con esas calles que es fácil identificar con guerras reales, actuales y no muy mediáticas, le da un toque de pesadilla a la situación. Medio casa encantada, medio pasaje del terror lleno de pasillos ocultos y pasadizos detrás de cuadros siniestros, el hotel es lo que consigue mantener el suspense durante una buena y arriesgada primera hora de película, donde el espectador no obtiene ninguna respuesta.
Por supuesto, las respuestas finales no son cien por cien satisfactorias, porque no es tan sencillo hilar tan fino como hila ‘El hoyo’. El jovencísimo Jarand Herdal (que solo ha dirigido, además de ‘El cadáver’, un thriller de realidades virtuales titulado ‘Everywhen’, inédito por aquí) no siempre respeta en su tramo final el complicado pacto con el espectador de la suspensión de incredulidad y hay demasiados paseos imposibles, convenientes recortes de periódico explicando la trama y algún comportamiento inexplicable que aleja a ‘El cadáver’ de ser una distopía terrorífica perfecta.
El conjunto, en todo caso, atesora suficientes momentos de impacto, metáforas verbeneras y desmanes oníricos como para merecer una visita. Los créditos iniciales, con los niños jugando con montañas de ropas usadas, los momentos en los que la realidad comienza a desmoronarse y la protagonista no sabe si se está volviendo loca, los coqueteos con el terror tosco de hace unas décadas… ‘El cadáver’ no es perfecta, pero como visión noruega y cárnica de los horrores interiores y exteriores de la guerra, este hotel bien vale un momentáneo check-in.
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‘El cadáver’: aterriza en Netflix una oscura mezcla de ciencia-ficción y terror, cuya alegoría social recuerda a ‘El hoyo’
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John Tones
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