De los mitos y leyendas de pasar horas delante del ordenador hay pocos que creerse
Vuelve otoño y vuelven las obligaciones en el trabajo, la universidad, los colegios e institutos. Vuelven inevitablemente las ocho, diez o doce horas diarias sentados frente al ordenador.
Desde hace tiempo, la OMS lleva alertando de que el sedentarismo es ya una de las nuevas pandemias del siglo. Y esto, unido al uso intensivo (y a veces problemático) de las nuevas tecnologías, hace que exista una gran preocupación social por pasar mucho tiempo delante del ordenador. Pero, ¿hasta que punto debemos preocuparnos? ¿es realmente ir a la oficina una actividad de riesgo? Veamos que nos dice la ciencia
Estar sentado te está matando
Hace un par de años, se hicieron muy populares infografías como “Por qué estar sentado te está matando”, artículos titulados “Estar sentado es el nuevo tabaco” y, en general, un montón de información sobre ‘estar sentados’ bastante alarmante.
No sin algo de razón, la verdad. La primera idea que suele venir a la mente es el ‘síndrome de la clase turista’, pero más allá de eso hay bastantes estudios (Ekblom-Bak, 2010 o Patel, 2010) sobre los problemas de pasar sentado todo el día. Problemas que, pese a las a las alarmantes cifras que proponen algunos, se vuelven serios solo si los combinados con unos hábitos de vida sedentarios y poco saludables.
No, estar sentado no es te está matando, mucho.
Solo la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de mortalidad más importante a nivel mundial y provoca el 6% de todas las muertes. Eso son 3.200.000 personas de muertes anuales por escasa actividad física y constituye la principal causa en un 21%-25% de cánceres de mama y colon, un 27% de casos de diabetes y hasta un 30% de cardiopatías isquémicas.
El ‘estar sentados durante mucho tiempo’ en realidad tan solo es un hábito que nos dificulta salir de la trampa de la vida sedentaria. Nada más. Como dice van Uffelen (2010) en la revisión sistemática más importante hasta la fecha “se han encontrado evidencias limitadas que apoyan una relación positiva entre estar sentados de forma ocupacional y los riesgos a la salud. La heterogeneidad de los diseños de los estudios, de sus medidas y sus conclusiones hacen difícil establecer conclusiones definitivas en este momento“.
La clave, como todo en salud, es el equilibrio y la moderación. De la misma forma que estar sentado ‘de forma ocupacional’ no es peligroso si llevamos una vida sana, hacemos ejercicio y consumimos una dieta equilibrada; tampoco viene mal trabajar de pie de vez en cuando. Cosas tan sencillas como andar todos los días unos 20 minutos reducen entre un 16 y un 30% el riesgo de muerte prematura.
Por lo demás, poco puedo añadir a la genial pieza de Javi Pastor sobre los “standing desks” o mesas para trabajar de pie que se publicamos hace unos años.
Las pantallas el enemigo número uno de… ¡nuestros ojos!
Ya hace unos años que se comercializan filtros para reducir la luz azul que emiten las pantallas, pero seguramente el lanzamiento de gafas pret-a-porter en grandes cadenas de ópticas ha acabado por popularizar la idea.
No es ninguna locura, ya en 1978, Mainster se dio cuenta de que se podían usar las lentes (en este caso las intraoculares) para filtrar las bandas del espectro que fueran perjudiciales para la retina. Hoy, treinta y muchos años después todas las lentes intraoculares llevan filtros ultravioleta incorporados.
La cuestión es si la ‘luz azul’ es peligrosa y si merece la pena crear filtros para ella. Ésta (sea artificial o natural) tiene dos grandes ‘consecuencias’, una a largo y otra a corto plazo.
En el largo plazo, se lleva discutiendo durante la última década la relación entre la exposición a la luz azul y el desarrollo de degeneración macular relacionada con la edad (DMAE), la pérdida progresiva de visión central y agudeza visual que dificulta, por ejemplo, leer o enhebrar agujas.
Sparrow, Nakanishi y Parish (2000) relacionaron la luz azul con el inicio de mecanismos de apoptosis (muerte programada) celular sobre el epitelio pigmentario retininal. Desde entonces, aunque podemos encontrar estudios que ven clara la relación entre DMAE y la luz azul (Taylor y colegas, 1992 o Cruickshanks y colegas, 2001) y otros que no la ven tan clara (Darzins y colegas, 1997 o McCarty y colegas, 2001); tenemos cierta evidencia clínica en pacientes operados de cataratas que apunta a que esta relación es clara (Pollack, 1996 o Wang, 2003).
No obstante, por desgracia para las ópticas y los fabricantes de lentes, el cristalino filtra bien este tipo de luz e incluso mejora con la edad, cuando los ojos van cogiendo progresivamente cierta tonalidad amarilla. Necesitaremos años para conocer mejor el asunto, pero en principio en ojos sanos no parece haber mucho de lo que preocuparse.
Por desgracia para las ópticas y los fabricantes de lentes, el cristalino filtra bien este tipo de luz.
Las consecuencias a corto plazo pueden ser más interesantes. En 2003, Steven Lockley, un neurocientífico de la Universidad de Harvard, descubrió que la exposición a la luz azul tenía efectos sobre la síntesis de la melatonina – la “hormona del sueño”.
Eso tiene consecuencias positivas y se recomienda su uso en colegios, hospitales e incluso durante la conducción. Pero también tiene su lado negativo: nos puede provocar insomnio y, una vez puestos, nos puede provocar un desajuste que, hablando en plata, nos deje hecho polvo.
¿Nos hace más tontos el ordenador?
Este es uno de los grandes temas científicos, médicos e incluso filosóficos de estos años: la posibilidad de que el uso de Internet (y del ordenador, por extensión) nos esté afectando cognitiva y emocionalmente. Hace justo un año, Michael Harris pedía en Slate que le devolvieran su capacidad de atención.
La idea fundamental es que tanto los cambios de ritmo y contexto como los chutes continuos de información tienen un impacto en nuestra concentración. Ese impacto originaría diferencias individuales porque lo lógico es que afecte a unos más que a otros y para unas tareas más que otras. Así que no sólo estaríamos hablando de un problema atencional individual, sino de una posible nueva brecha de desigualdad social.
Tampoco es una idea estrafalaria. Sabemos que la carga atencional cambia al trabajar con links, pero personalmente creo que es el problema serio es de entrenamiento. En términos generales, la atención, como cualquier otra competencia humana, es algo que se entrena y se desarrolla. No podemos pretender correr ‘maratones atencionales’ si no estamos preparados para ello. Y por supuesto, el hecho de que hace años lo estuviéramos no quiere decir que hoy tengamos que estarlo también.
No podemos pretender correr ‘maratones atencionales’ si no estamos preparados para ello
En la actualidad, hay una presión social y laboral muy importante que hace que muchas personas tengan que dedicar mucho tiempo a una serie de actividades relacionadas con las nuevas tecnologías e internet que requieren de unas capacidades atencionales determinadas (focalizar rápida y brevemente, leer en transversal, cambiar de temas o contextualizar sin problemas). Lo que pasa es que esa misma presión hace que descuidemos otras facetas distintas: las habilidades atencionales clásicas como, por ejemplo, leer Madame Bovary de una sentada.
El problema es, pues, de entrenamiento personal y no de un decaimiento social provocado por el ordenador. Internet ni provoca adicción ni machaca los “centros neuronales de la atención del cerebro”. Así que si lo que queremos es recuperar nuestra capacidad de concentración, habría que moderar nuestro entusiasmo ‘melancólico’, dejar de quejarnos del ordenador y plantearnos seriamente que igual lo que pasa es que estamos algo fondones. Psicológicamente hablando.
¿Me compro un cactus para evitar las radiaciones?
Yo tenía un cactus llamado Jimmy. Me lo compré hace muchos años cuando, en una tienda de ordenadores, me convencieron de que las radiaciones eran peligrosas y Jimmy me protegería de ellas.
No hace falta decir que me timaron. Ya hemos hablado de que las “ondas o radiaciones electromagnéticas” que emiten los ordenadores, los móviles y, en general, todos los aparatos electrónicos de consumo no son peligrosas. Pero, ¿es cierto que los cactus, bajo esa apariencia de estólida sencillez, son bestias devoradoras de ondas y radiaciones?
Pobres cactus, nadie piensa que también podrían tener Hipersensibilidad Electromagnética.
Como le explicaba Mario Herrero a América Valenzuela “toda radiación que impacte en él será absorbida… pero lo mismo ocurre con la carne de ternera, por ejemplo, y todavía no he visto el mito de que colgar un filete del monitor sea recomendable para la salud”.
Por otro lado, las ondas viajan en línea recta y, en todo caso, habría que interponer el filete de ternera entre la pantalla y el usuario para que la idea tuviera sentido. No descarto que éste fuera el verdadero origen del carpaccio: con lojas de ese grosor se puede ver la pantalla perfectamente.
Pasar las horas delante del ordenador no es peligroso
Al menos, no en sí mismo. Vivimos una época de fuertes contradicciones en la que nos piden una cosa mientras nos exigen otra completamente distinta. Por eso hay que tener claro que no hay soluciones mágicas ni malos malísimos. Si queremos una vida en la que trabajar sentados no sea peligroso, simplemente tenemos que ponernos a ello.
En Xataka | Mitos y realidades tras dos meses trabajando de pie
–
La noticia
De los mitos y leyendas de pasar horas delante del ordenador hay pocos que creerse
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Jiménez
.