‘Autodestrucción’: HBO tiene oculta en su catálogo una interesante curiosidad llena de acción y mundos paralelos
El origen de ‘Autodestrucción’ está en un corto titulado ‘What’s in the Box?‘ que dirigieron en 2009 Tim Smit y Steven Roeters, y que adquirió cierta consideración de culto por sus leves pero claros parecidos argumentales con la saga ‘Half-Life’. Llegó a considerarse, de hecho, el anuncio de una posible secuela del juego de Valve, dado que en su metraje, una persecución de diez minutos filmada en primera persona, llega a mencionarse el famoso incidente de Black Mesa del juego.
Sin embargo, pronto se desveló que el corto no era más que un guiño a los videojuegos, pero su ritmo trepidante y la calidad de sus efectos especiales, creados bajo un presupuesto muy reducido, brindaron a Smit la posibilidad de rodar una adaptación a largometraje del corto. Esta llegó en 2017, bajo el título en inglés ‘Kill Switch’, y con una estrella en ciernes como protagonista (Dan Stevens, recién salido de ‘The Guest’ y ‘Colossal’, y a punto de estrenar ‘Legion‘).
Con el título español de ‘Autodestrucción’ llega ese largometraje a HBO sin hacer demasiado ruido, pero lo cierto es que vale la pena recuperarlo. Aunque tiene algún que otro problema derivado de permanecer demasiado fiel al planteamiento de persecución en primera persona del corto, sus hallazgos visuales y temáticos, aún desde la modestia, son lo suficientemente notables como para merecer algo de atención.
La excusa argumental, esta vez, es la de la creación de una torre que es capaz de generar un universo paralelo idéntico al nuestro, y del que se pueden extraer recursos para un planeta agotado. Will (Stevens) tiene que transportar un cubo por ese mundo replicado, El Eco, mientras huye de drones y soldados a sueldo de la corporación que ha ideado el despiadado sistema, Alterplex, y que ha sufrido un rotundo sabotaje en la realidad replicada.
Acción incesante en mundos paralelos
‘Autodestrucción’ propone una interesante idea, la del mundo paralelo creado en exclusiva para que un universo originario se alimente de él. Y gracias a eso, las primeras imágenes de Will en ese mundo bis son inquietantes: casi parecen salidas de un post-apocalipsis zombi, con la desoladora sensación que siempre acompaña a las imágenes de una ciudad absolutamente carente de vida.
Pronto, Will se verá obligado a huir de drones que le persiguen e iremos conociendo los detalles que dan cierto trasfondo no muy necesario al personaje (está ayudando a su hermana a cuidar de su hijo, un chaval con necesidades especiales). La película se convierte entonces en una persecución constante rodada en primera persona que, aunque no llega a los niveles de delirio de la tremenda ‘Hardcore Henry’, si transcurre a la mínima velocidad que se le puede exigir a una película que es, esencialmente, un videojuego no interactivo.
Sin duda los elementos más interesantes del viaje son los que van puntuando las persecuciones, más que los tiroteos en sí: los vehículos que caen del cielo como si llovieran megaconstrucciones (con efectos digitales ciertamente competentes para el ajustado presupuesto que posiblemente tuvo la película); algún detalle apocalíptico, como las víctimas de un accidente tétricamente dispuestas en orden en el suelo; o la muy bien diseñada interfaz del casco de Will, y que nos permite ahorrarnos momentos discursivos en esceso, o darles paso sin remolonear demasiado.
‘Autodestrucción’ no es redonda: para contar con un guión tan sencillo, a veces es excesivamente confusa, y cuesta seguir las motivaciones de los personajes y las intenciones de la corporación. Pero como miniatura de ciencia-ficción despreocupada, la película de Smit cumple de sobra y propone unos cuantos momentos de genuina tensión multidimensional. Que ya es bastante más de lo que llegan a pellizcar propuestas más ambiciosas.
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John Tones
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