Beth, de ‘Gambito de dama’, es una mezcla de Bobby Fischer y Judit Polgár, cuyas historias son impresionantes… y reales
En la segunda mitad del siglo XX el ajedrez fue dominio absoluto de los soviéticos, cuyos campeones (Botvinnik, Smyslov, Tal, Petrosian, Spassky, Karpov y Kasparov) hicieron temblar a todos sus rivales durante cinco décadas. Solo un jugador en todo el mundo no tembló. Se llamaba Bobby Fischer y fue él quien durante años, en el apogeo de la Guerra Fría, hizo temblar a la Unión Soviética.
Su historia contrasta con la Judit Polgár, la que ha sido probablemente la mejor jugadora de ajedrez de la historia y que era tan buena que jamás quiso jugar el mundial de ajedrez para mujeres: solo quiso competir con hombres, y durante un tiempo logró estar entre los 10 mejores jugadores de todo el mundo. Ahora que se ha estrenado en Netflix ‘Gambito de dama‘ es curioso como la protagonista de la serie, Beth, toma prestado un poco de Fischer y de Polgar, cuyas historias, ya de por sí, son casi legendarias.
Bobby Fischer y el prodigio que hizo temblar a toda Rusia
Nadie parecía poder hacer que el imperial dominio soviético del mundo del ajedrez se tambalease. En plena guerra fría el ajedrez era un orgullo nacional comparable a Laika y a Gagarin, y la manifiesta superioridad de los jugadores de la extinta Unión Soviética en los campeonatos del mundo y en los torneos de ajedrez era aplastante e incontestable.
Lo fue durante años, pero de repente un prodigio surgió de un país singular y sin apenas tradición ajedrecística. Bobby Fischer surgió de la nada y de la nada aprendió a jugar al ajedrez. A los seis años aprendió a jugar y fue progresando de forma prodigiosa con la ayuda de los entrenadores de clubs de ajedrez en los fue ingresando.
El joven Fischer fue jugando algunos torneos y competiciones nacionales en Estados Unidos en los que se enfrentaba a jugadores más mayores y mucho más experimentados, y aunque no logró ganar en ninguno de ellos, su talento poco a poco fue quedando patente. A los 13 años jugó la que algunos calificaron como “la partida del siglo“. A los 15 se convirtió no solo en el campeón de Estados Unidos más joven de toda su historia, sino además en el Gran Maestro más joven de la historia. Le acabaría sucediendo en ese honor Judit Polgar, aunque en 2002 Sergey Karjakin aplastaría todos los récords al lograrlo con tan solo 12 años y 7 meses.
La carrera de Fischer fue desde ese casi incotestable, y poco a poco hasta los rusos comenzaron a temerle. En las Olimpiadas de ajedrez que enfrentaron varias veces a Estados Unidos con Rusia consiguió resultados sobresalientes, y en la década de los 60 comenzó una época de éxitos casi absolutos salvo por un tropiezo en el torneo de Buenos Aires de 1960.
Cuenta la leyenda que otro jugador amigo suyo, Larry Evans le presentó a una mujer: Fischer tuvo su primera experiencia sexual con ella y acabó jugando fatal en el torneo por no lograr concentrarse: hizo la promesa de no volver a mezclar mujeres y ajedrez nunca más, y la cumplió.
Para entonces su particular enfrentamiento con los jugadores rusos ya empezaba a ponerse interesante. En el primer Torneo de Candidatos al que acudió en 1962 —que determina quién intentará ganar el título al campeón— quedó por detrás de Petrosian, Geller y Keres. Fischer acusó a esos tres Grandes Maestros rusos de acordar tablas rápidas entre ellos para lograr guardar energías para sus partidas contra Fischer, y análisis posteriores de las partidas de aquel torneo parecen confirmar aquella acusación.
Aquello hizo que Fischer exigiera una reforma del Torneo de Candidatos y pidiera un formato de eliminatorias. Mientras eso ocurría, jugó varios torneos con puntuación perfecta, algo casi imposible, y en el campeonato de Estados Unidos de 1963/64 logró 11 puntos de 11 posibles, algo que jamás se ha vuelto a repetir y que se ha convertido en uno de las pocas puntuaciones perfectas en torneos de alto nivel.
Aquella forma absolutamente prodigiosa de jugar se iba mezclando poco a poco con más y más situaciones en las que quedó claro el difícil carácter de Fischer, que tenía exigencias particulares. A pesar de ello su carrera por el título era clara, y poco a poco fue quedando patente que los rusos le temían tanto en ajedrez tradicional como en partidas rápidas.
El ejemplo lo tenemos en el campeonato oficioso de partidas relámpago (5 minutos) que se celebró en 1970. A pesar de que Tal y Petrosian eran los favoritos, Fischer les dejó muy atrás tanto a ellos como a Korchnoi -el único que logró un marcador equilibrado en sus partidas con Fischer- o a Bronstein.
Fischer imparable
Para cuando llegó al Torneo de Candidatos de 1971, la historia parecía escrita. Su primer rival, Mark Taimanov, era además concertista de piano, y a pesar de no ser el favorito, acabó aplastado perdiendo por 6-0. Cuando acabó la última partida, Taimanov dijo “al menos me queda mi música”. El castigo fue ejemplar en Rusia, que le expulsó del equipo suro y le prohibió viajar durante dos años o escribir artículos. Aquello, de hecho, fue para los expertos el fin de la carrera ajedrecística de un Gran Maestro que llegó a ser campeón ruso en 1952 y 1956.
En las semifinales se enfrentó a Brent Larssen, un Gran Maestro danés del que tanto Spassky como Botvinnik dijeron que daría mucho más guerra. Aquel enfrentamiento acabó igual: Fischer volvió a ganar con una puntuación perfecta: seis victorias en seis partidas.
En la final se enfrentaría con Tigran Petrosian, un rival temible para la época puesto que había sido campeón del mundo desde 1963 a 1969, cuando perdió con Spassky. Su confianza en la victoria era clara, y al ser preguntado por su pronóstico para el resultado de las 12 partidas, indicó que creía que lograría la victoria antes de que se jugaran todas ellas.
Petrosian efectivamente demostró ser un rival mucho más fuerte que los anteriores. Rompió la racha de Fischer —que ganó la primera ronda— y le ganó en la segunda partida del enfrentamiento, pero tras tres tablas consecutivas Fischer acabó ganando las cuatro partidas siguientes y la final del Torneo de Candidatos con cinco victorias, una derrota y tres tablas. Petrosian acabó admitiendo que “tras la sexta partida Fischer realmente se convirtió en un genio”.
Tocaba enfrentarse a Spassky por el campeonato del mundo. Hasta la fecha el ruso lo tenía todo a su favor, y de hecho llevaba tres victorias y dos tablas con Fischer en sus enfrentamietnos previos. Aquel Campeonato del Mundo de Reykjavik, en Islandia, fue legendario de principio a fin, tanto por las exigencias de ambos jugadores y de los gobiernos ruso y estadounidense como por el desarrollo de las partidas, que lograron cobertura periodística en todo el mundo cuando nunca antes se había prestado atención al ajedrez. Aquello, por supuesto, era mucho más que ajedrez.
Aunque Fischer perdió las dos primeras partidas de forma extraña: la primera por un error al final de la partida, y la segunda por no presentarse tras una disputa por las condiciones en las que se estaba celebrando el campeonato. Spassky cedió a las demandas de Fischer —algo que le honra— y el estadounidense acabó ganando siete de las 19 partidas restantes, perdiendo solo aquella primera y con un marcador final de 12,5 – 8,5, lo que le convirtió en el nuevo campeón del mundo de ajedrez.
Aquello supuso un absoluto fenómeno mediático, que convirtió a Fischer en un héroe nacional. Aquello, no obstante, supuso el fin de su carrera profesional, que se fue difuminando entre exigencias imposibles para jugar y que le llevó a no defender su título en 1975 contra el aspirante, el no menos legendario Anatoly Karpov.
Fischer dejaría de jugar una partida competitiva durante años. No volvió a jugar hasta 1992, en un singular ‘rematch’ contra Spassky, al que volvió a ganar con 10 victorias, 5 derrotas y 15 tablas. Aunque Fischer seguía considerándose el campeón del mundo, el campeón oficial ya era Garry Kasparov, que declaró entonces que “Bobby está jugando bien, pero nada más. Quizás su puntuación esté en 2600 o 2650. No sería un enfrentamiento cercano [si él jugara contra Fischer]”.
La carrera de Fischer desde aquel campeonato de 1972 se truncó totalmente, y Fischer acabó desapareciendo del mapa y reapareciendo solo de forma ocasional en distintas partes del mundo. Acabaría muriendo en Islandia en enero de 2008.
Durante años se habló de posibles problemas psicológicos —algunos hablaron de esquizofrenia, pero los indicios no apuntan a ello según algunos expertos y conocidos—, y lo cierto es que aquel errático comportamiento acabaría formando parte de una leyenda que sería luego retratada en películas fantásticas como ‘Buscando a Bobby Fischer’ y que ahora ha sido también recordada en la serie ‘Gambito de dama’ de Netflix.
Judit Polgár y la demostración de que los genios no nacen, se hacen
Judit era la más pequeña de las tres hermanas que sacudieron el mundo del ajedrez. Su padre, László Polgár, trató de demostrar que cualquier niño podía hacer cosas extraordinarias si era entrenado desde la infancia. Se propuso demostrarlo, y concentró la vida de Judit y sus hermanas, Susan y Sofía, en el ajedrez. “Los genios no nacen, se hacen”, decía.
Él y su mujer educaron a sus hijas desde casa: nunca fueron al colegio, y el ajedrez fue parte fundamental de su rutina diaria, aunque recibieron críticas por ello al privar a las niñas de una infancia normal.
El padre fue el primero en defender que sus hijas jugaran en torneos junto a hombres, y Susan, la mayor, fue la primera en sufrir problemas por ello, declarando a los 15 años que ya había podido ganar el título de Gran Maestra pero no se lo concedían por esa negativa a jugar en torneos solo de mujeres.
No solo eso: en 1986 la FIDE -la Federación Internacional de Ajedrez (Fédération Internationale des Échecs, en sus siglas en francés)- decidió “regalar” 100 puntos ELO extra a todas las jugadoras profesionales en activo excepto a Polgár: había jugado sobre todo contra hombres, y la federación solo quería activar esa opción en jugadoras de torneos femeninos.
Susan acabaría siendo Gran Maestra en 1991 y acabaría entrando en el circuito femenino, logrando proclamarse campeona del mundo en 1996, que no perdió en un tablero, sino en un nuevo y polémico enfrentamiento con la FIDE por la organización de la defensa de su título, con cuyas condiciones Polgár no estaba de acuerdo.
Acabaría jugando en la federación de ajedrez de Estados Unidos, y en 2003 fue la primera en lograr el galardón de “Gran Maestra del año” en toda la historia de este organismo. Todo eso se quedó pequeño ante las hazañas de su hermana Judit.
La más pequeña de las hermanas Polgár era la más precoz de las tres, y se describe a sí misma como “obsesionada con el ajedrez” cuando tan solo era una niña. A los 11 ya había sido capaz de ganar al Gran Maestro Lev Gutman, y poco a poco su capacidad fue traspasando fronteras y superando récords.
En 1988, con tan solo 12 años, logró convertirse en Gran Maestra: Bobby Fischer y Garry Kasparov tenían 14 años cuando lo consiguieron. Su talento parecía inacabable y el ex-campeón del mundo Mikhail Tal declaró que tenía el potencial para ganar el campeonato del mundo de ajedrez y superar a todos los jugadores masculinos.
Un año después, más récords: llegó a tener 2.555 puntos ELO, con lo que se situó en el puesto 55 de los mejores jugadores del mundo y superó en 35 puntos a la entonces campeona del mundo de mujeres, Maia Chiburdanidze. David Norwood, un Gran Maestro británico que también perdió con ella en aquella época, la describió como “un lindo monstruo de pelo castaño que me aplastó”.
Cuando Judit Polgar le cerró la boca al mismísimo Kasparov
Varios años después empezaría su particular rivalidad con Kasparov. En el torneo de Linares de 1994 Polgár perdió una polémica partida con Kasparov, que en el movimiento 36 movió su caballo a una casilla, lo dejó allí un instante soltando la pieza y luego volvió a cogerla para cambiarla de casilla. Las reglas del ajedrez especifican que una vez se suelta una pieza al moverla, el movimiento es definitivo, pero ni Kasparov ni el árbitro del encuentro reconocieron aquel movimiento, que quedó grabado en las cámaras aunque el vídeo nunca se hizo público.
Judit Polgár se lo echó en cara a Kasparov, que volvió a negar aquello diciendo que había sido un error de apenas dos décimas de segundo y le retiró la palabra durante tres años.
Comparada con prodigios ajedrecísticos como Kasparov o Fischer, su carrera progresó de forma fantástica, aunque Kasparov ya había expresado dudas sobre ella. “Después de todo, es una mujer […] y ninguna mujer puede soportar una batalla prolongada”. No solo eso: el legendario Garry Kasparov habló de Judit Polgar con comentarios que hoy en día le habrían salido muy caros y además de llamarla ‘mono de circo’, añadió que las mujeres ajedrecistas “deberían centrarse en tener niños”.
Polgar se cobró una dulce venganza en septiembre de 2002. En el torneo que enfrentó a Rusia contra el resto del mundo, Polgar le derrotó. Kasparov, que jugaba con negras y usó la defensa berlinesa, acabó cayendo en su propia trampa: Polgar usó una línea de juego que Kasparov había usado en el pasado y logró sacarle dos peones de ventaja, lo que hizo que Kasparov acabara abandonando.
Tras verse derrotado, dejó el escenario de juego inmediatamente usando un pasillo vetado a periodistas y fotógrafos: aquello había sido demasiado. Polgár calificó aquella histórica partida -la primera en la que una mujer ajedrecista gana al número uno del mundo- como uno de los momentos más destacados de su carrera, y habló de ello con la BBC en un programa especial emitido en 2016.
Kasparov acabaría cambiando de opinión, y más tarde declararía que “las Polgár han mostrado que no hay limitaciones inherentes a su aptitud, una idea que muchos jugadores masculinos se han negado a aceptar hasta que han sido aplastados de forma inmisericorde por una niña de 12 años con una coleta“.
Aquella victoria fue tan solo una de muchas más. En los años siguientes la leyenda seguiría creciendo, y en abril de 2003 logró meterse en la lista de los 10 mejores jugadores del mundo según la puntuación ELO. Salió y entró de aquellas posiciones a lo largo de los meses siguientes y llegó a ser la octava mejor jugador del mundo con una puntuación asombrosa de 2.735 puntos ELO (julio de 2005) en una lista absolutamente dominada por hombres.
Llegó a participar en el Campeonato del Mundo de Ajedrez de 2005 siendo la primera mujer de la historia en hacerlo, aunque tuvo una actuación decepcionante. No volvería a meterse en esa lucha, pero siguió compitiendo al máximo nivel —compaginando torneos con su vida familiar, porque tiene un hijo en 2004 y una hija en 2006– hasta el año 2014, cuando anunció su retirada.
‘Gambito de dama’ y una Beth inspirada en estos dos genios del ajedrez
Atención: a partir de aquí hay algunos destripamientos de la trama y eventos que narra la serie, así que si no habéis visto ‘Gambito de dama’ quizás prefiráis no leer la última parte de este artículo.
La nueva serie de Netflix, ‘Gambito de dama’, ha hecho inevitable la comapración con estos dos prodigios del ajedrez mundial. La protagonista, Beth Harmon, parece ser una mezcla de Fischer y Polgár: su difícil infancia y la forma en la que se obsesiona con el ajedrez es desde luego parecida a la forma en la que se obsesionaron estos y muchos otros Grandes Maestros.
Hay otros muchos guiños a estos y otros estereotipos ya reconocidos en el mundo del ajedrez, como ese caracter solitario e independiente de la protagonista, esa obsesión con los rusos que era también muy clara en Fischer o esa precocidad que era clara tanto en él como en Polgár.
La protagonista logra convertirse en candidata para tratar de derrotar al temible campeón del mundo, y lo hace derrotando uno tras otro a los Grandes Maestros que se le ponen por delante, como hicieron Fischer y Polgár. El comportamiento errático de Fischer está retratado, así como la actitud tranquila que al parecer era famosa en Polgár en sus partidas.
Incluso hay paralelismos evidentes con la forma que los jugadores trataban a las mujeres que jugaban al ajedrez. Aquí la serie hace uso de la exageración —como en el uso de drogas para “visualizar” partidas—: Polgár logró triunfar a finales de los 90 y principios de los 2000, cuando esa opción estaba algo más abierta a los mujeres. En la época en la que transcurre la serie, a finales de los 60, no hubo ninguna mujer que se acercara al nivel de los Grandes Maestros, y la situación social lo hacía mucho más difícil, aunque no imposible.
De hecho estos días se ha recordado la historia de Vera Menchik, la que fue campeona del mundo de ajedrez desde 1927 hasta su muerte en 1944.
Fue la primera en jugar en torneos de alto nivel con hombres, aunque quedó patente que no era rival para los mejores de su época, perdiendo con Capablanca (9-0), Alekhine (7-0), Botvinnik (2-0) o Keres (2-0). Aún así, su vida y en especial su difícil infancia también tienen paralelismos con el personaje de Beeth Harmon en la serie.
Como indican en The New York Times al comparar la serie con la realidad, hay más referencias a la relación entre el personaje de Beth Harmon y la leyenda de Fischer. Por ejemplo, ambos se empeñaron en aprender ruso: Beth para poder enfrentarse a los jugadores rusos, y Fischer para poder entender las revistas soviéticas de ajedrez que quería estudiar.
Las referencias a historias reales en el ajedrez son también patentes, como demuestran las escenas de la serie en la que los jugadores soviéticos colaboran y estudian en equipo en los torneos para lograr superar a rivales de otros países. Eso, como hemos visto en aquel Torneo de Candidatos en el que Fischer sufrió un suceso similar, era algo normal en los campeonatos de la época.
También es curiosa esa capacidad de la protagonista de la serie para ganarse la vida con el ajedrez en una época muy bien retratada en la que hacer algo así era realmente complicado. El agresivo estilo de juego de Fischer también es parte del personaje de Beth Harmon, aunque paradójicamente el propio Fischer no tenía buena opinión de las mujeres en el ajedrez, e incluso indicó en una entrevista en 1963 que eran “terribles” jugadoras porque probablemente “no eran tan inteligentes”.
Hubiera estado bien verle en un enfrentamiento contra Judit Polgár en su mejor momento. Quizás la cosa hubiera estado reñida, o quizás no, pero una cosa es segura: hubiera dado la oporunidad de contar una buena historia. Otra de las muchas que rodean al ajedrez.
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Beth, de ‘Gambito de dama’, es una mezcla de Bobby Fischer y Judit Polgár, cuyas historias son impresionantes… y reales
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por
Javier Pastor
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