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La mala fama del ‘Dune’ de David Lynch es inmerecida: revisitamos uno de los grandes fracasos comerciales de la ciencia-ficción de los 80

La mala fama del ‘Dune’ de David Lynch es inmerecida: revisitamos uno de los grandes fracasos comerciales de la ciencia-ficción de los 80

Durante mucho tiempo considerada la peor película de la, por lo general, impecable filmografía de David Lynch, y ejemplo típico de mala adaptación de un libro, se vuelve a hablar de ‘Dune‘ gracias al próximo estreno de la nueva versión del clásico literario de Frank Herbert. Dirigirá en esta ocasión Denis Villeneuve, que tiene ante sí una tarea complicada: la trilogía inicial y principal de Dune es una mastodóntica historia de intrigas palaciegas, dramas trascendentales y acción a lomos de gusanos gigantes.

Por eso, quizás, Villeneuve ya ha anunciado que su película estará dividida en dos partes, lo que ha generado alivio entre los fans de los libros, que recordaban sin duda el problema más grave que aquejaba a la visión de ‘Dune’ de Lynch: su atropellada narrativa, que generaba unos baches de ritmo abrumadores, y una evolución de los personajes absolutamente incomprensible. Es de esperar que la versión de Villeneuve haya aprendido la lección de ‘It‘ de Andy Muschietti, sin duda su claro modelo a la hora de adaptar un libro inusualmente largo. Y aún así, no hay nada garantizado: el torrente de personajes y situaciones de ‘Dune’ es abrumador.


La versión de tres horas que nunca existió

Conviene detallar que las siguientes observaciones sobre la película no se han hecho sobre el montaje estrenado en cines de la película, sino sobre un fanedit de tres horas que ha sido muy elogiado por su acercamiento a lo que, posiblemente, era lo que Lynch tenía en mente. Montado por el fan Spicediver,** su nombre oficial es ‘Dune: The Alternative Edition Redux’ y es el tercer trabajo sucesivo del editor sobre la película de Lynch**. Este montaje data de 2012 y es sencillo de encontrar en todo tipo de plataformas, incluso con subtítulos en español.

La película original de Lynch es un insuficiente montaje de dos horas impuesto por la productora y con el que Lynch nunca estuvo de acuerdo, un caótico batiburrillo de secuencias a veces inconexas y con un ritmo absolutamente descabellado. Estos problemas se intentaron solucionar con un montaje televisivo de tres horas efectuado por Universal y que devino en un montaje incluso inferior a la película original: la división de TV de Universal eliminó escenas violentas y las reemplazó con descartes, dando pie a un desastre lleno de altibajos, con tomas con efectos especiales sin terminar y del que Lynch exigió que retiraran su nombre.

El remontaje ‘Alternative Edition Redux’ soluciona, sobre todo, los problemas de ritmo de la película original. Muy juiciosamente divide la película en cuatro libros o capítulos, lo que explica los saltos en la evolución del personaje de Paul Atreides y dota a la película de cierto sentido interno. Emplea con mucho juicio secuencias descartadas, a veces incluso recortando las escenas de acción, y modera el fascinante pero también algo excesivo uso de la voz en off de Lynch. En general es un montaje con una edición más adecuada a los gustos del espectador actual, con esas transiciones más elegantes y un juicioso empleo de los diálogos para conectar escenas, pero que respeta los abundantes aciertos de la versión original.

Antes de Lynch estuvo Jodorowsky

La versión de Lynch de 1982 no fue la primera que intentó adaptar la inmensa obra de Frank Herbert al cine. Antes de él estuvo el inefable Alejandro Jodorowsky, en un proyecto de adaptación absolutamente tronado que habría durado diez horas y que se cuenta con todo detalle en el documental ‘Jodorowsky’s Dune’. En él, el director chileno cuenta cómo intentó poner en pie una ambiciosa adaptación que habría contado con actores como su hijo Brontis como Paul Atreides y el mismísimo Salvador Dalí como Emperador.

No solo eso: Pink Floyd habrían llevado a cabo la banda sonora y otros actores presentes habrían sido Orson Welles, David Carradine, Mick Jagger o Udo Kier. La película, obviamente, no fructificó, pero tuvo su indiscutible impacto: por una parte, puso en contacto a Dan O’Bannon y H.R. Giger, entonces un desconocido, que acabaron colaborando en ‘Alien, el octavo pasajero’ a partir de muchas de las ideas desarrolladas para Jodorowsky. Muchos de los diseños de Giger para esta ‘Dune’ se han llegado a ver en ‘Prometheus‘.

Y por otro lado, los espectaculares diseños para la película de Jean Giraud, Moebius, se reciclaron en parte para ‘Alien’. Pero, sobre todo, dieron como fruto, años más tarde, el clásico absoluto del cómic de ciencia-ficción y fantasía ‘El Incal’, con dibujos suyos y guión de Jodoorowsky. Éste último aún haría otro cómic con madera de clásico basado en su trabajo de años antes en ‘Dune’, la saga de los Metabarones ilustrada por Juan Giménez.

El joven Lynch se enfrenta a la arena

Pero mientras la ciencia-ficción cinematográfica quedaba empapada por los regueros de influencias que había sembrado Jodorowsky unos años antes con su proyecto, nacía a principios de los ochenta un nuevo intento de adaptar ‘Dune’. De hecho, aparte del intento del director chileno había habido otras aproximaciones a la novela de 1965: en 1971 lo intentó, antes de Jodorowsky, el productor Arthur P. Jacobs, en un proyecto que se frustró con su muerte y que habría dirigido David Lean (‘Lawrence de Arabia’).

En 1976, el productor italiano Dino De Laurentiis (‘Flash Gordon’) compró los derechos y encargó un guión al propio Frank Herbert, que entregó un libreto para una producción de tres horas. No estando muy convencido de la viabilidad, encargó a Ridley Scott una reescritura en 1979, y suya fue la idea de dividir la adaptación en dos partes. Nunca prosperó, aunque Giger, heredado del equipo de Jodorowsky, seguiría a su lado en ‘Alien’.

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Fue entonces cuando, tras un par de años con el proyecto paralizado, la hija del productor, Raffaella de Laurentiis, vio ‘El hombre elefante‘ de Lynch, la película que había puesto a Lynch en el punto de mira de las grandes productoras (durante un tiempo coqueteó con dirigir ‘El retorno del Jedi’). El proceso de concepción del guión fue complicado: largos periodos de escritura con Eric Bergren y Christopher De Vore y, finalmente, Lynch afinando un guión que llegó a tener cinco versiones más.

Finalmente, la producción se puso en marcha, a una escala absolutamente descomunal. El éxito inabarcable de ‘Star Wars’ estaba ahí (una influencia que se deja notar en la película) y De Laurentiis no reparó en gastos: 40 millones de presupuesto, un equipo de 1700 personas y, pese a que la película despertó un notable interés en su día, un aparatoso fracaso. 30 millones de recaudación en una película claramente llena de problemas, muy afectada por las guerras en la sala de edición y que ha llevado a Lynch a pedir que en las entrevistas no se le pregunte por ella.

La magia del desierto

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‘Dune’ cuenta la historia de dos poderosas familias enfrentadas bajo el manto de un Emperador que rige la galaxia en un futuro lejano. Son la Casa Atreides y la Casa Harkonnen, rivales a causa de la valiosa sustancia conocida como Melange, que prolonga la vida y expande la consciencia. Esta sustancia nace en el planeta desértico Arrakis, poblado por enormes gusanos de arena y por una tribu local, los Fremen, que esperan que se cumpla la profecía de que un mesías llegará para salvarlos. Después de un traicionero ataque por parte de los Harkonnen, el heredero Paul Atreides (Kyle McLachlan) y su madre llegan a Arrakis, donde descubren que Paul puede ser el mesías profetizado.

Como se puede ver, la historia que cuenta ‘Dune’ es un conflicto a gran escala que impacta en la evolución íntima de un personaje, Paul Atreides, que después de perder todo lo que tiene, descubre un nuevo destino como posible mesías. Para visualizarlo, Lynch no tiene más remedio que traicionar en numerosas ocasiones a la novela, en ocasiones de forma más explícita, en otras más sutil. Es una de las quejas que siempre han enarbolado los fans de la obra original, que a menudo presentan por ese motivo la miniserie de Sci-Fi del 2000 como superior, aunque carezca de la extrañísima e incómoda personalidad de la película de Lynch.

Algunos de los cambios afectaron a los personajes. Por ejemplo, el personaje de Paul Atreides era en la novela un mero adolescente (igual que Feyd-Rautha Harkonnen, encarnado por un extrañísimo Sting en pantalla). Otros, sin embargo, sí demostraban que Lynch había entendido los originales, como el magnífico Piter De Vries de Brad Dourif u otros personajes secundarios interpretados por gente tan apropiada como Jürgen Prochnow, José Ferrer o Max Von Sydow. Más discutida fue la repulsiva presencia del Barón Harkonnen, lleno de pústulas y heridas, aunque consigue aunar las vagas descripciones de Herbert con la imaginería de Lynch.

Donde están las mayores diferencias, también inevitables, es en el ritmo y la estructura del libro: pausada, tomándose su tiempo, la obra de Frank Herbert presenta personajes de psicología compleja y que se simplifica inevitablemente en la versión de Lynch. Pero hay más: el vocabulario inventado del libro es tan extenso que Herbert elaboró un glosario para entender las conversaciones de los personajes. Lynch tuvo que introducir escenas excesivamente discursivas e introducciones con calzador, como la que abre la película, a manos de la hija del Emperador.

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También fue muy criticada la ausencia del Condicionamiento Prana-bindu, el adiestramiento físico y mental que considera a todos los músculos y los nervios del cuerpo como una sola unidad. De haberse empleado en la película, ésta habría estado más cerca de una película de artes marciales, y fue sustituida por unas armas que convierten la voz de los Fremen de Arrakis en proyectiles, y que supone una curiosa, simplista pero estimulante amalgama de conceptos abstractos de la película.

En general, ‘Dune’ es un mastodonte demasiado multiforme como para ser contenido no ya en dos horas, sino en tres: la simplificación es inevitable, y gran parte de los temas políticos, ecológicos y sociales del libro desaparecen. Como adaptación es una empresa fallida (tampoco juega mucho a su favor cambios como el final, con la lluvia sobre ‘Dune’ y la manifestación casi como una deidad de Paul, final que el remontaje corrige), pero… ¿y como película por sí misma?

El Lynch más domesticado sigue siendo Lynch

Sin duda, lo más interesante de la película, paradójicamente, está en los elementos más plenamente lynchnianos de la producción. Aunque posiblemente el director de ‘Corazón salvaje’ sea el primero en renegar del resultado, cuando sus intereses estéticos y los de Herbert entran en contacto el film se adentra en una curiosa tierra de nadie fallida, pero muy interesante.

Por ejemplo, los momentos de alucinaciones y ensoñaciones, con imágenes superpuestas y altamente simbólicas, ante fondos abstractos. Una manera de expresar los efectos de la especia o visualizar los sueños premonitorios de Paul que conectan con la corriente de espejismos que puntúan películas como ‘Carretera perdida’, ‘Inland Empire’ o, sin ir más lejos, las escenas oníricas de ‘El hombre elefante’, también de la época.

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También la fascinación del director por lo extraño da un peculiar tono onírico a la película. Líneas de diálogo declamadas como si las palabras no tuvieran significado, actores paseándose por los escenarios andando hacia atrás o con una peculiar expresión corporal, los pensamientos de los personajes plasmados en pantalla de forma artificiosa e intrusiva… es como si los detalles lynchnianos empaparan y radicalizaran las solemnes líneas de diálogo del original, convirtiendo el futurista y orientaloide dialecto del universo de ‘Dune’ en una expresividad directamente alienígena.

La atracción del director por la deformidad o lo repulsivo también está aquí presente, y Lynch interpreta a su manera los rasgos distintivos de los Atreides (esos extraños delirios capilares) y los Harkonnen (las heridas y pústulas… y el pelirrojismo). Y por supuesto, abraza las criaturas monstruosas del Dune original, que aún hoy perviven gracias a los diseños de Carlo Rambaldi de elementos del original tan icónicos como los magníficos gusanos de arena y el Navegante de la Cofradia, un engendro espacial que no desentonaría en ‘Cabeza Borradora’.

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‘Dune’ es una película irregular y fallida, pero no es nada difícil encontrar elementos en ella de interés. En general, es una especie de blockbuster abstracto de aventuras espaciales, con escenarios aparatosos y gigantescos, pero también inusualmente artificiosos y descontextualizados. El tramo final, con apresuradas guerras despachadas en pocos minutos, refuerza el tono onírico original a base de extirparle toda la épica. Posiblemente no era la intención de De Laurentiis, que querría un competidor para ‘Star Wars’, pero funciona igualmente.

Está claro que como epopeya operística, ‘Dune’ se queda a medias, pero como depuración de la imaginería de un Lynch que buscaba un hueco imposible, inexistente, en la industria es un producto fascinante. Además, tiene otro elemento indiscutiblemente positivo: pese a acabar malamente, De Laurentiis decidió dar otra oportunidad a Lynch y su inmenso talento, prometiéndole libertad creativa y cero interferencias. De ahi salió, en 1986, ‘Terciopelo azul’, una de las mejores películas del maestro. Solo por eso, ‘Dune’ es un acontecimiento extraño, inclasificable, fallido y digno de verse.


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Xataka

por
John Tones

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